Cabezas nucleares y un ‘cabeza de chorlito’ (Putin)
Rusia tiene, grosso modo, 6,000 cabezas nucleares apuntando a nuestros venerables cogotes. Vladimir Putin –el ‘cabeza de chorlito’, un pájaro bastante idiota– les ha pedido a sus militares que las pongan en alerta por si hay que utilizarlas. El hombre era espía del KGB antes de ser político. USA tiene un poco menos de armas nucleares, pero bastante más precisas: 5,500. Ambas pueden matar a la otra 8 o 9 veces.
Una respuesta a esa alarmista propuesta de los rusos la dio el noruego Jens Stoltenberg, Secretario General de la OTAN. No van a poner las suyas en zafarrancho de combate. La equivalencia de las superpotencias hace imposible una guerra nuclear que nadie podría ganar. En el otro frente, las finanzas, la economía de los rusos es como del tamaño de la española o la italiana, aunque mucho menos diversificada. No hay competencia posible. La rusa es una economía tercermundista, mono productora y mono exportadora que depende del resto del planeta. Por eso las sanciones le hacen un enorme daño.
Jens Stoltenberg estudió periodismo y economía en Oslo. Espera, ardientemente, ‘quitarse el sombrero’, como dicen los estadounidenses, de Secretario General de la OTAN y ponerse el de Presidente del Norges Bank, una institución financiera pública que hace las veces de Banco Central en su país. Eso ocurrirá el 1 de octubre del 2022. La institución tiene en reserva más de 55,000 millones de dólares para una nación que tiene algo menos de cinco millones y medio de habitantes.
Stoltenberg recorrió casi todo el arco ideológico. Fue un adolescente impertinente y rojo, pro soviético y antiamericano, hasta que carenó en la derecha del laborismo noruego y comenzó a privatizar empresas oficiales. Conoció a Vladimir Putin, recién nombrado heredero de Boris Yeltsin en el año 2000, y sospechó de sus intenciones, pese a la entonces modesta actitud del teniente coronel del KGB. Presumía y se reía de la mala sorpresa que le daría al gobierno cubano, cerrando la base de escucha “Lourdes”, ahorrándole 200 millones de dólares anuales a la maltrecha economía de su país.
La vida –en la que no fue ajeno el encuentro con Putin– y el caso de Arne Treholt, un compañero de partido, periodista, que era un espía del KGB (en Noruega, en un sitio fronterizo con Rusia), condenado a 20 años de cárcel, le dio un vuelco hacia la derecha. Cuando fue Primer Ministro, se tornó pro capitalista, pro gringo y pro OTAN. Había perdido toda la inocencia y la ingenuidad.
Hay nueve países con armas nucleares, pero hay más de 30 en Europa, comenzando por Alemania, que tienen la capacidad económica e intelectual de fabricarlas, pero no todos cuentan con el talento de administrarlas con mesura.
Si a este aterrador panorama le agregamos las naciones asiáticas que tienen a su alcance la posibilidad de fabricar armas atómicas, vemos que es una bendición que existan instituciones como la OTAN, y una irresponsabilidad tratar de socavarlas, como hizo Donald Trump, con su mentalidad de vendedor de bienes raíces, pidiendo como un poseso el 2% del PIB que les correspondía a las naciones por subordinar su voluntad de defensa al liderazgo de Estados Unidos.
Si alguien pudiera explicarle a Putin –un auténtico ‘cabeza de chorlito’– que hoy la función principal de la OTAN es evitar que proliferen las armas nucleares, protegiendo a las naciones pequeñas de un zarpazo como el propinado a Ucrania, le hubiera hecho un gran servicio al exkagebista metido a estratega. Realmente, Putin no entiende nada de nada, y sólo ha recibido los elogios de Donald Trump, declarando que es una “genialidad” lo que sólo es una chapuza sangrienta, que acaso acabe costándole la testa.
¿Por qué Putin se extraña y reniega de que Suecia y Finlandia pidan el ingreso en la OTAN y abandonen la neutralidad? Porque de lo contrario tendrían que fabricar sus armas nucleares y encuentran mucho más aceptable protegerse con el artículo cinco de la carta constitutiva de la OTAN: “un ataque a uno de los miembros es un ataque a todos”.
Las casi 300 ojivas nucleares de Francia forman la Force de Frappe, o “Fuerza de Ataque”, amada y armada por Charles de Gaulle. De Gaulle no podía dejar en las manos norteamericanas la defensa de Francia. Era un acto suicida. Acaso le habría ocurrido lo mismo que a Ucrania. Cuando este país “devolvió” a Rusia 1,900 ojivas nucleares y confió en USA y en el Reino Unido para garantizar su soberanía, no le sirvió para nada.
Tal vez las 90 o 100 cabezas nucleares de Israel –no se sabe bien cuántas ha fabricado o dónde las tiene escondidas– son un buen disuasorio. Si lo amenazan o le tiran las bombas, Moscú sabe que Israel morirá matando. Se llevará de encuentro a Teherán y a Siria. Destrozará la capital de Rusia y San Petersburgo.
Estas dos últimas ciudades tienen 17.5 millones de habitantes. Más o menos el doble de los que comparecen en Israel.
El último libro del autor es Sin ir más lejos (Memorias). La obra fue publicada por Debate, un sello de Penguin-Random House. Se puede obtener por medio de Amazon Books.
©FIRMAS PRESS
@CarlosAMontaner
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