Argentina: Reteniendo el futuro

Fundación LibreMente, San Nicolás
Durante las últimas décadas nuestro país atravesó (y atraviesa) contextos económicos muy complejos. Resulta curioso evidenciar la visión obtusa que pregonan las gestiones ejecutivas, casi en su totalidad, cuando intentan combatir estos conflictos. El rol del Estado se vuelve el de un verdugo; pues la solución recae en profundizar la carga impositiva y castigar al sector productivo. Permítanme notar esto no solo como el resultado de la inoperancia estatal, sino también como un problema cultural propio de nuestra sociedad.
El sector agropecuario produce dos de cada tres dólares que ingresan al país, esto se debe a la diversidad presente en el extenso suelo argentino, que permite que más de 250.000 productores desenvuelvan en sus respectivos rubros, un mercado regional e internacional muy dinámico. Es paradójico que quien más produce y ejerce un papel “mesianico” ante tanta deficiencia estatal es a su vez, a quien más se castiga. Mientras las grandes potencias mundiales financian y subsidian la agroindustria, en Argentina se la oprime con exorbitantes impuestos.
Si rastreamos el origen de las retenciones en nuestra historia, tenemos que remontarnos a la década de 1860, en donde se las utilizó para financiar las arcas estatales en el contexto de la Guerra del Paraguay. Con el pasar del tiempo, fueron variando respecto a su crecimiento en un vínculo estrechamente ligado a las estrategias económicas de los gobiernos, y desde hace 20 años se consolidaron en la agenda política y económica del país.
Casi como un epílogo de lo vivido en 2008 con el “Proyecto de Ley de Retenciones y Creación del Fondo de Redistribución Social”, popularmente conocido como “La resolución 125”, hoy tenemos nuevamente el conflicto latente.
Más allá de los “tractorazos” y manifestaciones que el sector agro propone, es importante dimensionar lo que involucra el paquete completo de retenciones. No solo castiga al productor, sino también genera incremento de valores, dificultad para desarrollar nuevos puestos laborales, estancamiento en avances tecnológicos y desabastecimientos en los mercados. Estas medidas retienen el futuro de nuestro país. Es un error muy común caer en la división política instaurada respecto a pensar al campo y a la ciudad como polos opuestos, por el contrario, los considero adyacentes y retroalimentados. Un mercado flexible se logra con menos impuestos, y para eso es fundamental el involucramiento de la sociedad toda. Como mencioné anteriormente, la agroindustria es muy vasta a lo largo y ancho de nuestro territorio, y debemos apostar a ella. Somos ciudadanos de un país que tiene potencialidad para abastecer a más de 400 millones de personas, es fundamental acompañar, secundar y brindar seguridad a este sector de productores.
Los gobiernos dicen apostar al futuro. En Argentina, ese futuro se forja teniendo a la agroindustria en lo más alto y como motor fundante de progreso.
El autor es estudiante de Psicologia y miembro de la Fundación LibreMente de la Ciudad de San Nicolás, Buenos Aires, Argentina.
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- 23 de julio, 2015
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