Dictaduras excluidas
Hay que felicitar al presidente Joe Biden por su decisión de no invitar a las dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua a la IX Cumbre de las Américas, que se realizará del 6 al 10 de junio en Los Ángeles. Los autócratas que no permiten elecciones libres en sus propios países nunca deberían ser invitados a cumbres internacionales de líderes democráticos. No fue una decisión fácil para Biden. El presidente populista de México, Andrés Manuel López Obrador, quien está jugando un rol clave en los esfuerzos de Washington por frenar la migración en un año de elecciones legislativas en Estados Unidos, y otros líderes latinoamericanos han exigido públicamente a Biden que invite a Cuba, Venezuela y Nicaragua a la cumbre. “Le planteé al presidente Biden que si va a haber una Cumbre de las Américas, tienen que participar todos los países”, dijo López Obrador en una conferencia de prensa el lunes 2 de mayo, tres días antes de su salida a una gira regional que incluirá una visita de dos días a Cuba.
Asimismo, el presidente populista de la Argentina, Alberto Fernández, como líder interino de la Celac –un grupo regional que incluye a Cuba, Venezuela y Nicaragua, pero no a EE.UU. ni a Canadá– tuiteó el martes 3 de mayo: “Exhortamos a los organizadores de la cumbre a evitar exclusiones”. Horas antes del tuit de Fernández, el subsecretario de Estado de EE.UU., Brian Nichols, dijo que es poco probable que las tres dictaduras latinoamericanas sean invitadas. Estos países “no respetan la Carta Democrática Interamericana”, dijo más tarde Nichols a la cadena NTN24.
Funcionarios estadounidenses dicen que al menos 27 países participarán en la cumbre, que se lleva a cabo cada tres o cuatro años en diferentes países. Cuba participó en la cumbre de 2015 en Panamá y en la de 2018 en Perú, pero Venezuela fue excluida de la cumbre de 2018 por su proceso electoral fraudulento. La decisión de Biden se justifica, entre otras cosas, porque uno de los objetivos claves de la Cumbre de las Américas será fortalecer la democracia en la región. Invitar a dictadores hubiera significado legitimar a gobernantes ilegítimos, premiar la represión y darles un gran megáfono en el escenario mundial.
Cuba no ha permitido elecciones libres en más de seis décadas, ni partidos políticos de oposición, ni medios independientes. A fines del año pasado, Cuba tenía unos 700 presos por las históricas protestas pacíficas de julio, según Amnistía Internacional. En Venezuela, las fuerzas de seguridad del dictador Nicolás Maduro han asesinado a más de 19.000 personas por “resistencia a la autoridad” entre 2016 y 2019, según Human Rights Watch.
En Nicaragua, los escuadrones de la muerte del dictador Daniel Ortega mataron a más de 300 manifestantes durante las protestas antigubernamentales de 2018, según HRW y otros grupos de derechos humanos. Ortega se reeligió a sí mismo por cuarto mandato consecutivo en las elecciones fraudulentas de 2021. Estos personajes no solo deben ser excluidos de la Cumbre de las Américas, sino que deberían ser castigados por América Latina y el Caribe con sanciones diplomáticas.
Biden también merece crédito por no prestar atención a los llamados del ala izquierda del Partido Demócrata para reparar los lazos con Cuba. Eso ya lo intentó la administración Obama, y muchos de nosotros apoyamos ese esfuerzo en su momento, pero el régimen cubano no ha movido un dedo para permitir libertades mínimas. La decisión de Biden de excluir a las tres dictaduras también ha expuesto la hipocresía política de los legisladores republicanos de Miami, como el senador Marco Rubio y la representante María Elvira Salazar. Ellos, y sus colegas republicanos, llaman descaradamente “socialista” al gobierno de Biden y hacen grandilocuentes declaraciones denunciando la dictadura cubana, pero no dicen nada sobre el intento del expresidente Donald Trump de subvertir la democracia en EE.UU. –su propio país– al tratar de revertir ilegalmente los resultados electorales de 2020.
Biden merece un aplauso por su decisión de no invitar a los tres países a la cumbre. De una sola movida, humilló a tres dictadores, avergonzó elegantemente a los presidentes populistas de México y la Argentina por no defender la democracia en la región, y expuso la hipocresía de sus adversarios políticos en EE.UU. ¡Bien hecho!
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