En los plebiscitos, siempre gana el sentido común
Hay bastantes razones para creer que el plebiscito del 4 de septiembre se va a decidir por la percepción que tenga la gente sobre la dirección en la que marcha el país más que por el contenido de la constitución elaborada por la convención constituyente. Por eso, el desafío de los campos del Apruebo y del Rechazo es lograr que la gente asocie el sentido común a esa opción. Si las personas creen que la mejor forma de lograr que el país vuelva a avanzar en la dirección correcta es rechazando la nueva constitución, de poco servirá que la campaña del Apruebo destaque los numerosos derechos sociales que garantice la nueva constitución. A su vez, si la gente cree que el Rechazo llevará a que las cosas empeoren, de poco servirá destacar las evidentes debilidades del nuevo texto constitucional.
A diferencia de las elecciones, los plebiscitos son momentos electorales más complejos para las personas. En una elección, la gente puede aterrizar sueños, temores, demandas y expectativas en rostros concretos. Aunque la ideología lleva a muchos a decidir su voto incluso antes de que se sepa quiénes serán los candidatos, los menos politizados recurren a herramientas de voto personal para decidir por quién votar. La gente considera cuál de los candidatos es el mejor preparado, más pragmático, más comprometido con los valores que la gente considera importantes y más capaz de hacer bien el trabajo.
Por eso, muchas veces, la gente naturalmente busca convertir un plebiscito en una elección. En el plebiscito de 1988, por ejemplo, el hecho que el nombre de Augusto Pinochet estuviera en la papeleta hizo que muchas personas decidieran votar Sí o No a partir de la evaluación que hacían de los 15 años de su gobierno. Aunque en campaña el general se vistió de civil, la gran mayoría de los chilenos que fueron a votar tenían una imagen muy clara de él como el líder de la dictadura militar. La presencia de Pinochet hizo que, mientras la Concertación de Partidos por la Democracia articulara un mensaje de futuro y esperanza, la alternativa del Sí quedó atrapada por una candidatura que inevitablemente obligaba a una evaluación retrospectiva.
En el plebiscito del 4 de septiembre, los bandos del Apruebo y del Rechazo también buscarán simplificarle la vida a la gente asociando sus alternativas a conceptos mucho más concretos que los 499 artículos que hasta ahora tiene la propuesta de Carta Magna. Mientras el Apruebo volverá a tratar de convertir el plebiscito en una elección entre Pinochet (o la constitución de Pinochet) y la democracia, el Rechazo buscará que la gente simplemente se pregunte si creen que el país va en la dirección correcta o si hay que cambiar de dirección.
Porque durante estos meses, la convención constitucional es la que ha tenido el poder para decidir cuál será el contenido del nuevo texto, la convención se convierte en candidata natural para que la gente aterrice su decisión a una elección entre aprobar o rechazar lo que ha hecho. Afortunadamente para el Apruebo, el trabajo de la mal evaluada convención constitucional se termina el 4 de julio. Pero parece improbable que los miembros de la convención mantengan bajo perfil durante la campaña. Por eso, mientras el Apruebo intenta convertir al plebiscito en una decisión sobre Pinochet, el Rechazo intentará que la gente piense en el miserable engaño de Rojas Vade cuando decida cómo votar el 4 de septiembre.
Aunque la campaña todavía no empieza, al menos oficialmente, ambos bandos están buscando sintetizar la decisión sobre cómo votar en imágenes concretas. Para unos, hay que rechazar la constitución indigenista, maximalista e incluso anti-chilena. Para otros, hay que aprobar la primera constitución redactada en democracia por chilenas y chilenos democráticamente electos. Mientras los del Apruebo llaman a hacer historia apoyando al innovador texto, los del Rechazo llaman a evitar que Chile avance hacia una historia trágica si se promulga esta mala constitución. Mientras los del Apruebo destacan derechos sociales ampliamente populares, los del Rechazo apuntan a que una constitución con tantos derechos —la constitución arbolito de pascua— llevará al estado a la bancarrota.
Las campañas importan. Por eso, es claramente temerario anticipar qué va a pasar el 4 de septiembre. Mientras la inflación y la baja aprobación presidencial representan viento de cola para el Rechazo, los deseos por sepultar la constitución de Pinochet son viento de cola para el Apruebo. De hecho, la batalla de la campaña electoral en los tres meses que restan para el plebiscito será por quién gana la competencia por enmarcar su opción en la lógica del sentido común. Los chilenos quieren votar a favor del sentido común. En una contienda en que sobran los argumentos razonables para lado y lado, el gran desafío no es ganar la mente de las personas con argumentos a favor o en contra, hay que ganar el corazón de la gente. Como los chilenos quieren que el país transite por la dirección correcta, el Apruebo y el Rechazo deben competir por quién logra asociar su opción al sentido común.
El autor es sociólogo, analista político y profesor de la UDP.
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