La falsificación de preferencias y el futuro de Cuba
En su libro de 1995, adecuadamente titulado Private Truth, Public Lies, el científico social Timur Kuran presenta su teoría "falsificación de preferencias". Se trata de un fenómeno similar a la llamada “doble moral”, que los cubanos de la isla han experimentado durante mucho tiempo al sustentar ciertas verdades mientras mienten públicamente sobre ellas.
El profesor Kuran define la falsificación de preferencias como el acto de comunicar una preferencia diferente a la verdadera. A menudo manifestamos preferencias que difieren de lo que realmente deseamos porque la preferencia falsa es más aceptable socialmente. En su investigación, Kuran encuentra una diferencia esencial entre lo que realmente queremos (preferencias privadas) y lo que decimos que queremos (preferencias públicas). ¿Cuáles son las consecuencias sociales y políticas de esta falsificación de preferencias?
En estos casos opinamos basado en lo que creemos que piensan los demás. Y, cuando ocultamos nuestro descontento con una política o un régimen político, dificultamos que otros expresen su descontento. Con el tiempo, la falsificación de preferencias alimenta una estrechez y osificación intelectual que inhibe el deseo de cambio de una comunidad. Esta coacción social puede hacer que ideas, como la libertad, desaparezcan de la discusión pública. Son fenómenos que mis lectores cubanos reconocerán fácilmente como parte de la experiencia de vivir bajo un régimen totalitario.
La falsificación de las preferencias ayuda a explicar los altos índices de aprobación que a veces reportan los encuestadores respecto a los líderes de regímenes represivos como Putin o Castro. Las técnicas de sondeo usadas no captan los motivos para mentir que tienen las personas que padecen regímenes represivos. En otras palabras, generalmente la popularidad pública de los regímenes represivos supera la popularidad privada debido a que se oculta el descontento.
El trabajo de Kuran nos ayuda a entender que los regímenes comunistas sobreviven no sólo por el terror, sino también porque fomentan una cultura de mendacidad generalizada en que la gente se une a organizaciones que desprecia, sigue instrucciones que considera absurdas, aplaude a líderes que odia e ignora a una oposición a la que admira encubiertamente. Lamentablemente, de esta forma los oprimidos colaboran con su propia opresión.
Hace casi 200 años, mucho antes de que conociéramos los regímenes comunistas o la falsificación de las preferencias, el siempre clarividente Alexis de Tocqueville escribió en La democracia en América:
Intento imaginar qué nuevas características podría tener el despotismo en el mundo actual. Veo una hueste innumerable de hombres, todos parecidos e iguales, que se apresuran sin cesar en pos de placeres mezquinos y vulgares con los que llenan sus almas. Cada uno de ellos, replegado en sí mismo, es prácticamente ajeno a la suerte de todos los demás. Para él, sus hijos y amigos personales constituyen todo el género humano. En cuanto al resto de sus conciudadanos, vive junto a ellos, pero no los ve; los toca, pero no los siente. Sólo existe para sí mismo y, aunque tenga una familia, ya no tiene un país.
Esto describe perfectamente a los ciudadanos de los regímenes totalitarios. Como cubano-estadounidense que desea un futuro democrático para su país de nacimiento, preveo que las consecuencias sociales y políticas de décadas de falsificación de preferencias serán muy perjudiciales para el futuro de Cuba. Los cubanos tendrán que reconsiderar los fundamentos del gobierno y su relación con el mismo, un reto para una sociedad acostumbrada a la doble moral, a sostener verdades privadas y expresar mentiras públicas.
Como también dijo Alexis de Tocqueville "Es difícil imaginar cómo hombres que han renunciado por completo al hábito de gestionar sus propios asuntos, podrían tener éxito a la hora de elegir a quienes deberían dirigirlos. Es imposible creer que un gobierno liberal, enérgico y sabio pueda surgir de los votos de una nación de siervos".
Tocqueville fue duro, y espero que equivocado, en su acusación. Sin embargo, disentir es la característica clave de un gobierno libre. La libertad requiere que venzamos la timidez que inhibe el pensamiento independiente. Disentir crea el espacio psicológico necesario para la competencia política. La libertad depende de nuestra resistencia moral. Cuando falseamos nuestras preferencias y no disentimos, consentimos.
El último libro del Dr. Azel es “Libertad para novatos”.
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