Argentina: Apuntes sobre el 17 de Octubre
La Prensa, Buenos Aires
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En 1945, Juan Domingo Perón era un coronel con trayectoria reconocida en las Fuerzas Armadas. Escaló posiciones hasta llegar a ocupar cargos importantes dentro del gobierno militar del presidente Edelmiro Farell: vicepresidente, ministro de Guerra y secretario de Trabajo y Previsión. La acumulación de cargos distanció al coronel de un grupo de militares que se sintieron traicionados al ver que Perón conformaba una base de poder que lo beneficiaba exclusivamente y le allanaba el camino hacia la Presidencia.
Las Fuerzas Armadas se dividieron en dos grupos: los que se sintieron atraídos por la política nacionalista y de justicia social que encarnaba y, por otro lado, los que rechazaban sus ambiciones desmedidas de poder.
Este último grupo, al que representaba el General Avalos, le exigió -el 8 de octubre de 1945- al presidente, la dimisión de Perón a sus cargos. Farell, su gran amigo, ante la presión de la guarnición de Campo de Mayo, de la cual Avalos era el jefe, terminó por detenerlo y relevarlo de sus cargos.
Días más tarde, Perón se despidió desde la Secretaria de Trabajo y Previsión en un acto que permitieron los mismos militares que lo habían defenestrado. El acto, y su discurso de despedida, fomentaron la impaciencia de los que comenzaban a percibir los resultados beneficiosos de su política: …"Esta casa fundada hace un año y medio -dijo- se ha convertido en esperanza de los hombres que sufren y trabajan. Esa esperanza no debe ser defraudada por nadie porque acarrearía las mayores desgracias a nuestra Patria''.
Les pidió que esa acción social, a la que aludía, la defendieran en todos los terrenos y les anunció que dejaba firmado un decreto, el cual se refería al aumento de sueldos y salarios, a la implantación del salario vital y móvil, y a la participación en las ganancias. Con esta noticia se despidió, recordándoles, que debían ir del trabajo a casa y de casa al trabajo. A esta exhortación al orden le agregó: "Si es necesario algún día pediré guerra''.
El Gobierno intentó mantener la calma con la designación del general Eduardo J. Avalos -el día 11 de octubre- como Ministro de Guerra y al día siguiente, con el reemplazo del contralmirante Teissaire, del cargo de Ministro de Marina, por el vicealmirante Héctor Vernengo Lima. La elección de este último fue considerada como un logro de los elementos democráticos, era uno de los opositores más firmes al Régimen y partidario de estrechar relaciones con las Naciones Unidas.
Cultura o barbarie
Representantes de la política, universitarios, obreros y demás personas que reclamaban fervorosamente un gobierno democrático y la entrega del Gobierno a la Suprema Corte, se encontraron envueltos en una refriega donde no faltaron heridos, muertos, y la intervención de la policía.
El sepelio de una de las víctimas, el Dr. Eugenio Ottolenghi, realizado el día 14, sirvió a los opositores para denunciar la política represora, implementada por el Gobierno, en las universidades.
El rector de la Universidad, Dr. Rivarola, expreso enfáticamente en el acto: "…la Universidad ultrajada y ofendida, con sus profesores llevados a la cárcel, vejados y castigados, se ha dado cita para despedir al camarada caído en la lucha entablada entre la cultura y la barbarie''.
Dentro de la oposición también se agregaron algunos centros obreros democráticos como la Unión Obrera Local, la Federación Obrera Nacional de la Construcción, el Sindicato Obrero de la Industria Metalúrgica, los cuales se sumaron para pedir la entrega del Gobierno a la Corte, la supresión del régimen instaurado el 4 de junio y el levantamiento del Estado de Sitio.
Además, la formación de un Gabinete de Unión Nacional, tarea en la que trabajaba el procurador general de la Nación, Dr. Juan Alvarez, cuando sorprendió al país la manifestación del 17 de octubre.
Desde el día 13 del mismo mes, se conoció formalmente la detención del coronel Perón por medio de un comunicado que dio la policía, alrededor de las 17:30 horas, éste no dejaba dudas sobre la detención de Perón.
Sus partidarios, en su mayoría dirigentes obreros, tras conocer la noticia no se quedaron tranquilos, querían que siguiera representándolos, el primer paso para ello era lograr su libertad.
Cipriano Reyes, fundador del Sindicato Autónomo del Gremio de la Carne de Berisso, en una entrevista que le hice en 1989 y con sus increíbles lúcidos 92 años, me decía: "Yo saqué a todo el país a la calle; provincia por provincia, pueblo por pueblo, recorrí, dirigente por dirigente. "¡Yo hice el 17 de Octubre!…''.
Negó rotundamente que Evita hubiera tenido injerencia en la organización de «la revolución sin armas''. Así llamaba Reyes a la manifestación popular del 17 y sostenía que "ni se sabía dónde estaba…''
Existieron, sin embargo, otros testimonios que involucran a Eva en la organización del acto. Luis Gay -importante líder de la década del 40 y fundador del Partido Laborista- en cambio, negaba que Evita hubiera tenido un papel importante: "..Los que dicen que Eva Perón tuvo que ver en el movimiento de 17 de octubre se equivocan: Los dirigentes obreros la conocían porque ella estuvo en la Secretaria de Trabajo y había estado en el Correo Central atendiendo a algunas delegaciones obreras, pero que haya tenido una intervención como se le atribuye decisiva, la mayoría de los dirigentes obreros la niegan''.
Espontánea, a medias
La mayoría de los testigos serios indican que la manifestación del 17 fue, en gran medida, espontánea, aunque fue de gran ayuda la enorme actividad que desplegaron algunos líderes sindicales y la policía, la cual, favorable a Perón, no actuó para desmantelarla.
El repaso de las actas de la reunión del Comité Central Confederal -celebrado el día 16 de octubre de 1945 – donde se trató la propuesta del Comité Administrativo de declarar una huelga general, nos permite conocer que a todos preocupó la detención del coronel Perón, porque consideraban las mejoras obtenidas hasta ese momento, producto de su lucha personal por el bienestar de los trabajadores. Fue por eso, que la reacción patronal se comentó en la reunión y se consideró motivo importante para la propuesta de efectuar la huelga.
Se denunció la actitud de numerosos industriales, que negaron el pago de salarios dobles -el 12 de octubre- a pesar que un decreto del Gobierno lo estipulaba y anunciaron que no pagarían las vacaciones anuales prometidas con anterioridad.
Además, criticaron sus reiteradas amenazas de no llevar a la práctica otras medidas propiciadas por Perón en favor de los trabajadores.
La Unión Ferroviaria fue la única asociación gremial que propuso, en dicha Asamblea, esperar la evolución de los acontecimientos. Los demás gremios allí reunidos, casi sin excepción, pidieron tomar represalias por la detención de Perón mediante una huelga, que demostrara al Gobierno la determinación que tenían de luchar por las mejoras obtenidas.
La decisión que se adoptó fue realizar dicha huelga el día 18, desde las cero hora hasta las 24 del mismo día. Se pronunciaron, además, contra la entrega del Gobierno a la Corte Suprema y contra todo gabinete integrado por la "oligarquía''.
Exigían la formación de un gobierno democrático, elecciones libres, levantamiento del estado de sitio y el mantenimiento y ampliación, de las conquistas sociales.
Solicitaban, taxativamente, la aplicación de la Reglamentación de las Asociaciones Profesionales y la firma del decreto sobre aumento de sueldos y jornales, salario mínimo básico y móvil, también participación de las ganancias. Requerían aún más: la reforma agraria, que la tierra fuera para quien la trabajase y el cumplimiento integral del Estatuto del Peón.
Los acontecimientos se adelantaron: los líderes de la Central Obrera no pudieron controlar a los trabajadores quienes, apoyados por la pasividad policial, salieron el día anterior al pactado para realizar la huelga general, aclamar a su líder, y pedir su libertad.
Peron soprendido
El 17 de octubre, si bien sorprendió al país, más lo hizo sobre el ánimo de Perón, como le escribía a Evita en sus días de prisión en Martín García: "…Hoy he escrito a Farrell pidiéndole que me acelere el retiro, en cuanto salgo nos casamos y nos iremos a cualquier parte a vivir tranquilos…''.
Si es que creemos en las cartas que envía desde Martín García, Perón pensaba en retirarse y en que había llegado su ocaso político, se consideraba perdedor ante las intrigas desplegadas por la elite militar. Existiría otra posibilidad: que sospechando la violación de su correspondencia escribiera lo que le convenía que pensaran sus opositores. Lo cierto es, que las declaraciones desde su cautiverio hacían pensar que los dioses lo abandonaban.
El pueblo despertó a Perón el 17 de octubre y, poco a poco, su incredulidad dio paso a la tangible posibilidad de realizar el sueño que íntimamente acariciaba: tener un papel relevante en la política nacional.
Todo comenzó con una contestación a periodistas de Eduardo J. Avalos, ministro de Guerra, cuando éstos le preguntaron por la causa de la detención del coronel. Avalos les expresó que no existía tal detención, que se lo trasladaría desde Martín García, donde se encontraba, para evitar cualquier intento que pudiera hacerse contra su persona, al Hospital Militar. Allí, comentó, se le realizarían unos estudios debido a una posible pleuresía.
La difundida noticia de que Perón regresaba a Buenos Aires provocó enorme ansiedad: grupos de simpatizantes se congregaron frente al mencionado hospital para vitorearlo.
Perón había llegado al lugar a las 6.40 hs del día 16 de octubre; durante toda la jornada siguiente miles de obreros exigieron la presencia de Perón.
Los emisarios enviados al Hospital Militar -por Farrell- se sucedieron continuamente hasta que Perón envió una petición al Presidente: que se nombrara ministro de guerra al general José Humberto Sosa Molina, jefe de policía al coronel Franklin Lucero y que renunciara el vicealmirante Héctor Vernengo Lima a la cartera de Marina.
A la Casa Rosada
Pasadas las 22 horas salió Perón del hospital a entrevistarse con Fárrell en la residencia del Presidente, luego, juntos, se dirigieron a la Casa de Gobierno.
Desde la tarde, filas de obreros se encaminaron hacia la Plaza de Mayo, y a su paso obligaban a cerrar comercios, paraban tranvías, ómnibus, camiones, colectivos, taxis y automóviles particulares para escribir, en ellos, el nombre del coronel Perón.
La policía no intentó obstruir la marcha, poco a poco se llenó la Plaza de Mayo y sus zonas aledañas.
Después de la reunión con Farrell, en la Casa de Gobierno, se dirigieron al Ministerio del Interior desde donde, primero el jefe del Estado y luego Perón, hablaron a la multitud. Fueron momentos de incertidumbre, porque no se sabía cómo reaccionaría la gente.
Farrell pidió calma y le informó a la multitud que luego hablaría el doronel; les comunicó que el Gabinete elegido recientemente renunciaba para que se pudiera elegir otro que respondiera ampliamente a las mejoras sociales adquiridas hasta ese momento, que el Gobierno no se entregaría a la Suprema Corte de Justicia y que se designaría al teniente coronel Domingo A. Mercante secretario de Trabajo y Previsión.
Todos estos anuncios estuvieron enmarcados por resonantes muestras de júbilo y ovaciones.
Por fin, Perón se dirigió al pueblo que lo saludaba con improvisadas antorchas de papel de diario y agitando pañuelos, los obreros con carteles recién hechos donde se leía "Viva Perón'' y otras leyendas de apoyo al líder.
También se veían camiones repletos de obreros, incluso encaramados en los techos, con la camisa abierta y sin saco, aclamándolo.
El discurso
Perón comenzó su discurso, desde uno de los balcones del Ministerio del Interior, a las 23.00. Anunció, en primer término, que el Poder Ejecutivo aceptaba su solicitud de retiro del servicio activo del Ejército. Dedicó gran parte del tiempo a agradecer y halagar a los allí reunidos, les comentó que dos años atrás personas de su confianza, le advirtieron que ese pueblo, al que él había sacrificado sus horas, del día y de la noche, habría de traicionarlo.
Los manifestantes vociferaban: ¡Nunca, nunca! Perón, entonces, visiblemente emocionado, afirmó que el pueblo no engañaba a quien no lo traicionaba y que ansiaba una unión indestructible entre ellos, el Ejército y la Policía.
Ante la insistencia de la gente por saber dónde había estado, respondió con evasivas hasta que, por fin, les pidió que no le preguntaran ni le recordaran cuestiones que él quería olvidar, les dijo, que los hombres que no sabían perdonar no merecían ser queridos ni respetados por sus semejantes.
Los manifestantes respondían a cada frase de Perón con exultantes gritos de alegría; finalmente, los exhortó a que se quedaran unos minutos más para que él pudiera guardar en su retina ese espectáculo.
Tarde, alrededor de la una, comenzaron a retirarse en paz, como Perón lo había solicitado. Frente al diario `Critica' continuaba, aún, el tiroteo que se originara unas horas antes entre peronistas y opositores.
Festejos
El día 18 de octubre se realizó el paro de actividades que Perón apoyara el día anterior, pero sólo tuvo por motivo festejar el triunfo de los trabajadores.
Con la designación de nuevos ministros y de vicepresidente a Juan Pistarini, se abandonaron los planes anteriores que dejaban atrás al coronel Perón. Éste reanudó con seguridad el camino hacia el poder, ahora con menos escollos y con el estímulo que le dio la multitudinaria manifestación de apoyo a la gestión que había realizado, sobre todo, desde la Secretaria de Trabajo y Previsión.
Aproximadamente, desde 1930, los militantes sindicales habían llegado a la conclusión, de que su poder gremial se acrecentaría, en la medida en que actuaran como una fuerza política.
La experiencia, después de vivir años perseguidos y con relaciones antagónicas con los distintos gobiernos nacionales y entre las mismas fuerzas sindicales, les había indicado que el diálogo con el Gobierno podría beneficiarlos. Evidentemente, la política social que realizó el gobierno de Farell, con Perón como cecretario de Trabajo y Previsión, coincidía con sus aspiraciones, largamente alentadas y reclamadas.
Las medidas propiciadas por Perón beneficiaba al Movimiento Obrero y modificaba de plano las relaciones laborales. A partir del 17 de octubre, ésste adquiere una fuerza extraordinaria, lo señaló bien, el conocido sociólogo, Gino Germani: «Los trabajadores que apoyaban la dictadura, lejos de sentirse sin libertad, estaban convencidos de haberla conquistado. La libertad que creían haber ganado era la libertad concreta, inmediata, de afirmar sus derechos contra capataces y obreros, elegir delegados, ganar pleitos en los Tribunales de Trabajo, sentirse más dueños de sí mismos''.
Con el 17 de octubre comenzó una nueva etapa donde se unieron firmemente las relaciones entre la masa obrera y el Estado, que ya se venían enlazando desde diciembre 1943 cuando comienza una fluida relación entre algunos líderes sindicales y el Ejército.
Los sindicatos constituyeron un engranaje más entre la Iglesia, el Ejército y las empresas, las cuales con su consentimiento, o sin él, debieron seguir las directivas que emanaban desde el poder político. Muchas de ellas recurrían a la obsecuencia, para competir por las prebendas del Estado.
Asfixiante
No pudo existir una oposición fuerte en un régimen que asfixiaba, como sucedía desde 1943, a la libertad, y desintegraba, poco a poco, el endeble Sistema de Partidos que con dificultades se estaba formado.
Las políticas nacionalistas, estatistas y distribucionistas prendieron en todos los poros de la sociedad argentina y dejaron sin aire a las ideas liberales, como sucedió también en países europeos, de dónde provino el ejemplo.
A pesar de que los países democráticos ganaron la Segunda Guerra Mundial, los militares argentinos imbuidos de ideas fascistas, no se resignaron y trataron de ponerlas en práctica.
Las medidas de los gobiernos militares que llegaron al poder a partir de 1943, fueron legitimadas por Perón. Este se convierte en el salvador del prestigio de las Fuerzas Armadas que había quedado destruido luego de que los aliados ganaran la Guerra.
Durante su gobierno Juan Domingo Perón premió la lealtad por ser necesaria para mantenerse en el poder, la sustituyó, en la mayoría de los casos, a la capacidad para desempeñar cargos. Se valió de colaboradores a los que mantuvo fieles mediante el ofrecimiento de puestos y prebendas.
La autora es historiadora, analista política y periodista. Autora de “El Crepúsculo Argentino. Lumiere, 2006. Miembro de Número de la Academia Argentina de Historia.
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