¿Quién es el presidente de Suiza?
Durante años he preguntado a mis estudiantes universitarios quién es el presidente de Suiza. Nadie ha respondido nunca; es una pregunta con trampa. A diferencia de otros países, la Confederación Suiza no tiene un presidente o primer ministro actuando como jefe de estado o gobierno. En Suiza el poder ejecutivo no se asigna a un individuo sino a un Consejo Federal de siete miembros.
Cada miembro del Consejo tiene poderes similares, y cada uno es operacionalmente responsable por un ministerio. De acuerdo a la antigüedad, los siete miembros del Consejo rotan anualmente para actuar como Presidente de la Confederación y presidir las reuniones del Consejo. Durante esta asignación temporal podemos llamarle figurativamente Presidente de Suiza, aunque sea solamente primus inter pares (primero entre iguales).
El Presidente es responsable principalmente de obligaciones representativas, pero sin autoridad sobre los otros Consejeros, y debe continuar dirigiendo su ministerio. Los jefes de estado visitantes son recibidos por el Consejo en pleno, y los tratados se firman por los siete miembros. Curiosamente, aunque Suiza es clasificada como una democracia semi-directa (versus democracia representativa), los miembros del Consejo no son electos por los votantes, sino por las cámaras del parlamento en sesión conjunta.
Hay mucho más en este exclusivo sistema suizo de gobierno, pero lo que quiero destacar es que Suiza es una sociedad multicultural con cuatro diferentes grupos étnicos: alemán 65%, francés 18%, italiano 10%, romanche 1%, y 6% compuesto por varias etnias. Y aunque el alemán constituye una mayoría dominante, y pudiera ganar todas las elecciones, el país maneja un sistema federal que otorga a cada grupo étnico el poder de administrar sus asuntos locales con significativa autonomía y en el lenguaje que prefieran.
Además, los suizos han adoptado una “fórmula mágica 2-2-2-1” de representación en el Consejo Federal, con dos asientos para los Democratacristianos, dos para los Socialdemócratas, dos para los Radicales y uno para el Partido del Pueblo. Por excéntrico que nos parezca el sistema, para los suizos funciona.
En Estados Unidos, durante la Convención Constitucional y el proceso de ratificación, los Padres Fundadores enfrentaron un conjunto de temas completamente diferentes en el diseño de una república federal. Entonces la sociedad americana era homogénea étnicamente. Como destacó John Jay en Federalista No. 2, América era “un pueblo unido – descendiente de los mismos ancestros, con el mismo lenguaje, profesando la misma religión”.
Sin embargo, el problema de las “facciones” como lo articuló James Madison en Federalista No. 10 es holgadamente análogo al de las facciones étnicas en la Confederación Suiza. Madison definió las facciones como “un número de ciudadanos, sean minoría o mayoría… que están unidos y actúan por impulsos comunes de pasión, o intereses, adversos a los derechos de otros ciudadanos…”.
En ambos casos el punto era, y es, cómo protegerse contra las facciones, o grupos de ciudadanos, cuyos intereses desafiaban los derechos de otros ciudadanos. Para Madison las facciones eran inevitables debido a la propia naturaleza humana. Como él lo veía, mientras mantengamos opiniones diferentes, y poseamos diferentes recursos financieros, continuaremos formando alianzas con personas coincidentes. La solución de Madison no era buscar cambiar las causas de las facciones, como intentan hacer los igualitaristas, sino controlar su efecto. Cualquier esfuerzo por eliminar las causas de la facción, argumentaba Madison, destruiría la libertad que es esencial para la vida política.
Estados Unidos y Suiza son sociedades extremadamente exitosas que clasifican en la cima de la mayoría de las medidas de desempeño nacional como libertades civiles, transparencia gubernamental, riqueza o calidad de vida. Además, ambos países enfocaron los asuntos de gobernabilidad y de las facciones de formas dramáticamente diferentes. Esto plantea la cuestión fundamental de a cuáles elementos de sus respectivos sistemas atribuir el éxito.
Podremos no saber quién es el Presidente de Suiza, pero no tiene importancia. La presidencia de un país no es un proyecto metafísico. En esta historia de dos sistemas el común denominador es que ambas sociedades han buscado maximizar las libertades individuales. Y esa es la razón de sus éxitos.
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