Ser gobernados por persuasión o por fuerza
Margaret Thatcher, que fuera Primer Ministro del Reino Unido, destacó que “Europa fue creada por la historia, América por la filosofía”. Ciertamente, todos somos producto de la historia y actividad intelectual de nuestras comunidades. Es una historia que nos informa quiénes somos, y que cargamos a todas partes como nuestra mochila intelectual (digo mochila intelectual para evitar las connotaciones negativas asociadas a “bagaje intelectual”). Somos una porción de las comunidades de las que procedemos.
De haber sido colonizados por franceses o españoles nuestras dietas, lenguaje y formas de vida serían diferentes, y también nuestras formas de gobierno. Serían unos diferentes Estados Unidos de América. Estados Unidos es una nación de inmigrantes, y los inmigrantes traen con ellos concepciones adquiridas sobre sociedad y gobierno que enmarcan su enfoque de la vida en el escenario de su nuevo país.
En Estados Unidos nuestra mochila de tradición filosófica comienza con el arribo a Nueva Inglaterra de los Puritanos imbuidos de su doctrina calvinista. Esta doctrina religiosa es posteriormente conformada por la filosofía natural de la Ilustración del siglo 18. De esta tradición los Padres Fundadores derivaron sus conceptos de relación entre el estado y el individuo que son la piedra angular de la filosofía política americana.
Nuestra historia intelectual condiciona la forma en que vemos al mundo. En Estados Unidos es una historia intelectual de liberalismo clásico como filosofía política. Es decir, nuestra mochila intelectual contiene conceptos como la primacía del individuo, el consentimiento de los gobernados, la ambición racional, los derechos individuales emanando de la naturaleza (no del gobierno), gobierno limitado, e igualdad.
Nuestra mochila intelectual de liberalismo se llena con ideas del filósofo inglés John Locke (1632-1704), comúnmente definido como “Padre del Liberalismo”. Los conceptos de Locke de republicanismo y teoría liberal permean nuestros Documentos Fundacionales.
En contraste, las mochilas intelectuales de los españoles y portugueses colonizadores de Latinoamérica están más cercanamente asociadas con las ideas de otro filósofo inglés del siglo 17, Thomas Hobbes (1588-1679). A diferencia de Locke, Hobbes defendía el gobierno ilimitado y la autoridad absoluta del soberano. Para Hobbes, los ciudadanos valoran orden y seguridad por sobre todo; así desarrolla su versión de la teoría del contrato social en la cual entregamos nuestros derechos al estado a cambio del orden y seguridad que el estado puede proporcionar. Hasta la fecha, Locke es relativamente desconocido en Latinoamérica.
En otras palabras, las dos mochilas intelectuales pueden ser vistas como la representación de las dos formas de dominar según Platón: persuasión y fuerza. El modelo “lockeano” de gobierno confía en la persuasión para obtener el consentimiento de los gobernados, y funciona en el ámbito de un gobierno limitado. El “hobbesiano” depende de la fuerza para expresar el poder absoluto del Leviatán.
Hay mucho más en esta historia, por supuesto, pero ideas y acciones viven juntas y esos dos diferentes conjuntos de ideas han influenciado las estructuras de gobierno en nuestro continente: persuasión “lockeana” en Estados Unidos y Canadá, fuerza “hobbesiana” en Latinoamérica. Con relación al papel del gobierno en la sociedad, esas dos concepciones son asimétricas ideológicamente.
Han pasado siglos, pero vemos inconcientemente presente en la mochila intelectual latinoamericana actual esencialmente la noción “hobessiana” de gobierno ilimitado. Una idea de un contrato social que favorece el colectivismo sobre la primacía de los derechos individuales. Es muy fácil discernirlo examinando las expectativas generales que los latinoamericanos tienen del rol del gobierno en la sociedad.
Los eventos no ocurren en un vacío intelectual, y con el tiempo llevamos nuestras mochilas intelectuales “lockeana” y “hobbesiana” a formas más limitadas o ilimitadas de gobierno representadas en el sistema político americano. Pero también con el tiempo nuestra herencia intelectual “lockeana” de gobierno limitado deviene más y más diluida, no por la inmigración, sino por nuestro fracaso en articular y explicar conceptos “lockeanos” de persuasión sobre fuerza.
Somos, y debemos continuar siendo, una nación de bienvenida. Y consecuentemente debemos encontrar formas de recargar nuestras mochilas intelectuales con la filosofía “lockeana” de gobierno limitado, antes que nos veamos gobernados por la fuerza.
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