Dolarización: ¿punto de llegada o punto de partida?
En 2018 y 2019 organizamos junto con Jorge Ávila, reconocido y prestigioso economista, dos debates en Ucema sobre dolarización, en el cual participó también Alejandro Estrada. En las dos oportunidades con el auditorio a pleno más transmisión online, lo que demostraba que ya en ese momento había gran interés por el tema, de manera que esto no es nuevo en el debate económico argentino.
En esos debates, los tres expositores estábamos de acuerdo con dolarizar, aunque había posturas en el auditorio que planteaban otros puntos de vista también respetables. Esto me lleva a una primera reflexión: el debate sobre dolarización se está transformando más en una cuestión pasional que racional, respecto al tratamiento que le dábamos un tiempo atrás.
Las descalificaciones personales de una y otra posición transforman el tema dolarización en un Boca-River, y no es así como se deben debatir estos temas que no hay que endiosarlos porque son cuestiones de técnica económica. Puesto en otras palabras, nadie es más liberal que otro por decir que está a favor de dolarización.
Personalmente, en ambos debates estaba a favor de la dolarización, al igual que Jorge Ávila y Alejandro Estrada, el tercer economista que desde fines de los 80 viene defendiendo la dolarización. Porque si bien ya se había desatado la crisis de 2018, había reservas en el BCRA como para rescatar los pesos en circulación y el stock de pasivos remunerados que tenía el BCRA. Hoy esa situación ha cambiado notablemente y surgen problemas de implementación que no son menores.
Como algunos han descubierto recientemente este tema y lo difunden como la pócima mágica que va a resolver todos los problemas de la economía, es bueno plantear ventajas y observaciones que pueden formularse al respecto.
Ventajas y observaciones
En primer lugar, no es cierto que Argentina pierda la soberanía si deja de emitir su propia moneda. Por un lado, porque la moneda no es un símbolo patrio, es solo una mercadería que sirve como medio de intercambio y reserva de valor.
Por otro lado, si no tener moneda implica perder la soberanía, de hecho, ya se perdió porque dejó de ser reserva de valor y, por lo tanto, no es unidad de cuenta, apenas mantiene la condición de medio de pago de las transacciones menores.
Tampoco es cierto, como afirman algunos defensores de la dolarización, que no hay que tener Banco Central y, por lo tanto, ellos lo cerrarían. En rigor lo que están haciendo es cambiar de entidad monetaria. Cierran el de acá, pero adoptan la Reserva Federal de los EEUU como banco central. Se puede argumentar que la FED actúa con cierto grado de mayor responsabilidad que el BCRA de Argentina, pero no que al cerrar el BCRA ya no se tiene ningún otro banco central.
El otro punto es que se dice que los bancos centrales son nuevos en la historia económica y que antes de ellos igual funcionaban las economías. Es cierto en términos de reguladores del sistema financiero, pero no es cierto en cuanto al monopolio de la emisión monetaria.
Como enseña Friedrich Hayek en Desnacionalización de la Moneda, publicado en 1976: “Durante más de 2.000 años la prerrogativa oficial o derecho exclusivo del gobierno a suministrar dinero se limitó, en la práctica, al monopolio de la acuñación de oro, plata o cobre. Este fue el período durante el cual llegó a aceptarse sin cuestionamientos esa prerrogativa monopólica…”
Y agrega más adelante: “…la prerrogativa de acuñar que se reservaba el gobernante se estableció de manera firme bajo los emperadores romanos. Cuando al comenzar la edad moderna, Jean Bodin desarrolló el concepto de soberanía, consideró que el derecho a la acuñación era una de las sus partes más importantes y esenciales”.
En definitiva, no es nuevo el monopolio de emisión monetaria como se dice, lo que sí es nuevo son los mecanismos de intervención en el mercado que utilizan los bancos centrales. Una mayor “sofisticación” de la que había en la época de los emperadores romanos, pero el monopolio de la emisión no es un invento argentino, ni reciente. Esto no quiere decir que ese monopolio esté bien, solo señalo la superficialidad con que algunos políticos tratan el tema.
Reforma monetaria
Ahora bien, siendo que Argentina no tiene moneda, uno de los puntos a incluir dentro de un plan económico global para salir de la larga decadencia, es una reforma monetaria.
En este sentido, la dolarización podría ser una opción si hubiese reservas en el BCRA para rescatar el circulante. En algunos casos se propone pedir prestado una determinada cantidad de dólares. El tema es que esa cantidad de dólares surge de establecer un tipo de cambio a priori. Es decir, alguien estaría definiendo de antemano el tipo de cambio al que se va a dolarizar y no sería el mercado el que definiría esa tasa de rescate del circulante.
Pero asumiendo que hubiese dólares para dolarizar, el mecanismo de ingreso a esa dolarización debería ser similar al que se acordó para el ingreso al euro por parte de los países de la Unión Europea. Es decir, primero poner cierto orden fiscal, cumpliendo con las pautas establecidas en el Tratado de Maastricht, aunque algunos países no llegaron a cumplirlas e igual ingresaron.
Y aquí viene un punto que surge del debate sobre dolarización: si el Estado va a poner orden en las cuentas públicas bajando el gasto estatal, si va a desregular la economía, hacer una reforma laboral, etc., ¿para qué dolarizar si todas esas medidas van a llevar a la estabilidad monetaria? En este caso no sería necesaria la dolarización.
El contraargumento al punto anterior es que la tradición argentina de poner orden fiscal es solo por necesidad y transitoria para luego volver a las andadas, por lo tanto, la dolarización permitiría eliminar en forma definitiva una de las fuentes de financiamiento del populismo: la emisión monetaria.
Más de un país de la UE no hubiese hecho reformas y hubiese devaluado su moneda de no haber entrado al euro.
El argumento que con orden fiscal no hace falta la dolarización no luce suficiente, porque el sentido de la dolarización es más de carácter institucional que no permite el retorno a las andadas de emitir moneda o hace mucho más difícil volver a intentarlo.
Por eso no confío tanto en que una ley que haga independiente al BCRA del Poder Ejecutivo Nacional tenga mucho éxito en el país, considerando el escaso apego que tiene la dirigencia política argentina por cumplir con las leyes. Indudablemente la dolarización sería un instrumento mucho más potente que la ley que haga independiente al BCRA o incluso una nueva convertibilidad.
Por el momento, teniendo en cuenta las profundas reformas estructurales que necesita la economía argentina y dada la ausencia de reservas en divisas en el BCRA, tiendo a inclinarme por quitarle el curso forzoso al peso y darle curso legal a cualquier otra moneda que la gente quiera utilizar. Un sistema de competencia de monedas. Las condiciones que había en 2018/2019 para dolarizar hoy no se ven que existan, lo que no quiere decir que una dolarización no sería una buena opción para limitar el gasto público.
Me parece que el debate dolarización o competencia de monedas, está entrando en un terreno de fanatismos. En un Boca-River.
Reformas estructurales
El tema que debatir, y hay gente que ha trabajado seriamente en la dolarización como Jorge Ávila o más recientemente Emilio Ocampo y Nicolás Cachanosky, es si la dolarización es el punto de largada o el punto de llegada de un proceso de reformas estructurales.
¿Obliga la dolarización a llevar a cabo las reformas estructurales o hay que dolarizar luego que se avanzaron en las reformas estructurales? Es decir, el mismo tratamiento que el que se pensó para el ingreso de los países al euro.
Insisto, nadie es más liberal por decir que hay que dolarizar y es importante tratar el tema con la seriedad que requiere para evitar que algunos populistas vendan la dolarización como el santo remedio que todo lo cura y se destruya otro instrumento más para recuperar la economía argentina de su larga decadencia.
Queda para otra nota la reforma del sistema financiero. La idea de la banca Simons queda para otra nota, solo agrego dos puntos: 1) implementarla implica hacer desaparecer el sistema bancario por definición; y 2) es una propuesta claramente intervencionista por regula al máximo el funcionamiento de las entidades, lo cual resulta incompatible con una postura anarcocapitalista.
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