Carlos Alberto, incansable luchador por la libertad
La Prensa, Nicaragua
La primera vez que supe de Carlos Alberto Montaner fue gracias a un artículo suyo titulado “Henry Kissinger en La Habana”, un trabajo que me gustó mucho y determinó mi futuro interés por un compatriota que, cuando nadie escuchaba y menos querían ver, asumió el compromiso de atacar el castrismo, sin entrar a considerar los perjuicios que tal decisión pudiera acarrearle.
El recorte me lo envió a Cuba a mediados de los 70 o finales, el ex prisionero político Héctor Caraballo, quien había logrado escapar de Cuba en una balsa. Héctor, radicado en Puerto Rico, entabló con Montaner una relación como consecuencia del interés que ambos compartían por Cuba.
No perdamos de vista que aquellas fueron décadas en que raras voces clamaban en el desierto del anticastrismo. No pocos, gobiernos inclusive, subestimaron al dictador cubano que vertiginosamente montó un gigantesco aparato con la ayuda de la desaparecida Unión Soviética para someter a toda América.
Montaner se encuentra entre los pioneros que confrontaron el naciente totalitarismo en Cuba y en el extranjero, un crédito de honor que no muchos pueden mostrar. Su gestión ha sido exitosa, al extremo, que, en pocos años, se convirtió en un referente para conocer la realidad de la Isla de la cual, se habían adueñado los Castro y sus esbirros.
Por otra parte, Carlos Alberto, se cuenta entre los primeros que denunció el peligro que significaba para todo el continente el castrismo. Sus trabajos al respecto fueron muchos, y estoy seguro, que estuvieron entre los más leídos por políticos e intelectuales del hemisferio, incluido Estados Unidos, lo que contribuyó ampliamente a la misión de combatir la subversión totalitaria, espacio, muy difícil de llenar por el vacío que deja su carta de despedida.
Cierto que he comentado en más de una ocasión que uno de los decires del escritor José Antonio Albertini es “la tinta también mata”, pero hay escribidores como Montaner y el propio Albertini, que con la tinta que usan han salvado y protegido a los que requieren ayuda.
Nunca debemos olvidar a quienes con su talento y dedicación han defendido la libertad, al igual que otros, con sobrado coraje, han combatido con las armas en las manos la subversión fidelista en diferentes lugares del orbe como Félix Rodríguez y Rigoberto Acosta, entre otros, así como los Makasis, cubanos que combatieron en África, tanto en tierra, aire y hasta en el legendario lago Tanganika, las huestes guevaristas y de Víctor Dreke.
Tampoco se debe pasar por alto los muchos patriotas que se consumían en cárceles de Cuba, México, Estados Unidos y Venezuela por enfrentar a su manera y en base a sus convicciones, el totalitarismo insular.
El castrismo nunca ha dejado de reprimir y los cubanos dignos tampoco han pedido cuartel, entre ellos Carlos Alberto, qué a través de los medios de información, su activismo político y comparecencias internacionales, no dejaba de atacar la dictadura que ensombrecía su Patria, convirtiéndolo, en uno de los enemigos más odiado por el castrismo.
No faltaron patriotas para hacer la guerra al totalitarismo en todas sus formas, con anuencia o no de Estados Unidos. Tampoco, han estado ausentes coterráneos qué como Montaner, José Ignacio Rasco, Juan Clark, Eduardo García Moure y Humberto Medrano, por solo mencionar unos pocos, pusieron su talento a la tarea de difundir la verdad sobre Cuba, logrando, cierto que modestamente, que la ceguera voluntaria diera paso a algo de luz.
No todos vamos a estar de acuerdo con la labor que ha cumplido durante toda su gestión de intelectual Montaner, pero si reconocer, que su trabajo ha sido ejemplar. Mientras, los Castro, hundieron a Cuba como Nación y República, su obra de vida ha contribuido profundamente a demostrar la catástrofe que tenía lugar en nuestro país.
Carlos Alberto Montaner ha sido, en mi opinión, uno de los más productivos promotores a favor de la democracia en Cuba y el resto del continente. Su indiscutible talento para debatir y su habilidad para comunicar las ideas, lo convirtieron en un gigante cuya obra debe enorgullecernos. Es un Grande y como tal merece nuestro respeto y un destacado lugar en nuestro presente y en la Memoria Nacional.
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