¿Hacia un país liberal?
La Prensa, Buenos Aires
Si es que cambia de signo la presidencia, las reformas anunciadas tienen que ver con la doctrina liberal o por lo menos así lo esperan quienes han comprendido que Argentina para progresar debe convertirse en una sociedad abierta.
El Estado moderno aparece sobre una base autocrática. El liberalismo comienza siendo una fuerza de protesta política, religiosa, económica, social y ética. Pretendió apartar los obstáculos que impedían el desarrollo del progreso humano.
Se opuso a una sociedad con leyes arbitrarias, una nación subyugada por gobernantes despóticos, ahogada por privilegios sociales y abatida por tributos excesivos. Se inició como una etapa crítica al sistema pero al poco andar, paralelamente a ella, comenzó la de reconstrucción.
La primera condición para la libertad universal que debió admitirse fue la del poder coactivo: sin él algunos hombres pueden ser libres, pero no todos. Es decir, la primera condición de un gobierno es la de no gobernar arbitrariamente sino bajo normas fijas a las que se halle sujeto el propio gobernante.
Se supone que la ley debe ser imparcial. Si existiera una ley para el Gobierno y otra para los gobernados, una para el rico y otra para el pobre no sería garantía de libertad. La demanda del liberalismo por la aplicación imparcial de la ley surgió con la idea de asegurar la igualdad entre gobernantes y gobernados.
Se procuró garantizar el derecho de ser tratado de acuerdo a ella: ningún hombre debe estar al completo arbitrio de otro hombre, ni puede ser tratado como un esclavo despojado de sus derechos, ni siquiera frente a la voluntad de quienes ejercen el poder.
Debate
El gobierno arbitrario fue uno de los temas más debatidos en el Parlamento de Inglaterra en el siglo XVII: esta primera libertad personal fue reivindicada en 1640, posteriormente en 1679 en la ley de Habeas Corpus, por la cual cualquier persona que sufriera prisión podía recurrir a los tribunales para comprobar la legalidad de la condena.
Ello significó la demanda de leyes para aquellos que no las disfrutaban. John Locke clamó por la posesión de una ley permanente con que regirse, que fuera común a todos y formulada por el poder legislativo, emanado de todos los miembros de la sociedad.
Algo similar esperamos para nuestro país: que a la etapa de crítica y desmantelamiento de un sistema dirigista e intervencionista, con pretensión de autoritario, le siga un cambio: que se reconstruya el sistema constitucional que lo llevó a principios del siglo XX a ser uno de los más importantes y destacados del mundo. Que el Estado argentino asimile otra vez la doctrina liberal. Para que se comprenda su esencia, que no es cualquier cosa, y se establezca como valor permanente, será necesaria la constante prédica de numerosos Alberdis.
El Estado ha originado muchos de los males que padecemos. Está siendo fuente de opresión. La experiencia histórica nos ha enseñado que la actividad individual es la que activa el progreso. Cuanta más libertad disfrute el individuo para poder desarrollar sus facultades, más rápido será el avance del conjunto social. Sin embargo, para que la libertad sea efectiva, las personas deben conformarse con ciertos límites de mutua restricción: si se mantiene el orden, se suprime la violencia, se garantiza a los hombres el derecho de propiedad y se da fuerza legal al cumplimiento de los contratos, el resto vendrá por añadidura.
Si se termina con los obstáculos artificiosos que se oponen a que cada argentino pueda ocuparse en lo que mejor corresponda a sus capacidades, la productividad será mayor. Es por ello que la misión del Gobierno que viene debe ser la de respetar las individualidades, permitir que desplieguen su juego.
Libertad, propiedad, seguridad y resistencia a la opresión no son derechos individuales independientes de la sociedad, son principios que ésta debe reconocer. La armonía social se da si los intereses de cada uno actúan libremente.
Para el liberal el progreso no es una formula mecánica sino la liberación de la energía individual, porque ella vigoriza la estructura social ensanchando y ennobleciendo a la sociedad civil. La libertad económica no debe ser obstruida por una legislación que se oponga a la libre iniciativa, la libre contratación y la responsabilidad personal, son sostenes esenciales del liberalismo.
La función de un gobierno liberal no es tanto defender el derecho general de asociación, como sí definir el derecho en cada caso, en términos que garanticen el máximo de verdadera libertad e igualdad ante la ley.
Pobreza
En cuanto a la pobreza, quien sea gobierno, tendrá que liberar a los sectores humildes del mecanismo de la beneficencia pública, el auxilio más útil está en uno mismo. En Argentina no existe la voluntad de emanciparse del Estado porque sin trabajar el desocupado cuenta con un nivel de vida semejante al del trabajador, es alimentado a costa del contribuyente.
Depender de la benevolencia del Estado disminuye el valor del esfuerzo individual porque actúa en ambientes de desesperación. El Gobierno tiene la obligación de aminorar el sufrimiento humano pero creando las condiciones para que rápidamente se pueda regresar a bregar por el propio sustento sin crear dependencia.
Íntimamente ligada con la libertad jurídica, dejándose sentir mucho en la vida cotidiana, está el problema de la libertad fiscal. La tributación arbitraria fue en la historia causa de sublevaciones, tal el caso de la Revolución Francesa: comenzó por la negativa de los estamentos nobiliario y eclesiástico a someterse al general y abusivo sistema tributario del país.
Es que la carga tributaria va variando de acuerdo a las necesidades públicas. Mientras otras leyes pueden permanecer estables, ésta debe adaptarse a las circunstancias, por ello la libertad individual en materia fiscal significa restringir la función ejecutiva, no sólo por leyes aprobadas sino también por un control directo y constante. Significa tener un gobierno responsable.
El liberalismo se ocupa de otro aspecto muy ligado a la libertad política: la libertad personal es muy cercana a la de pensamiento ya que éste es un producto social. La libertad de expresión no tiene que significar derecho al desorden. Los límites son difíciles de establecer tanto en la teoría como en la práctica. La libertad y el orden pueden toparse, debe haber un detenido examen sobre estos puntos.
El conflicto no es menor en cuanto a la libertad religiosa, se la puede incluir dentro de la libertad de pensamiento y de expresión, siempre que no implique perjuicios a un tercero o perturbación del orden público. Es incompleta cuando se castiga alguna creencia prohibiendo su ejercicio o, por ejemplo, excluyéndola de las ventajas de la educación.
En resumen, el liberalismo es un movimiento liberador, salva obstáculos, señala caminos para el libre desenvolvimiento de actividades vitales que hacen al progreso humano, tanto económico como cultural y ético. Es una fe que va en pos de la libertad, desde sus etapas más primitivas constituyó una fuerza que promovió reformar una sociedad arcaica, deshaciendo las ligaduras que su estructura imponía a la actividad humana.
Hay que ver si en Argentina, a partir de octubre, puede llegar a ser una fuerza viva que posibilite transformar sus principios en realidades. El progreso se ha obstruido por numerosos desacuerdos entre sectores y los motivos son diversos.
La transformación que se necesita será provechosa sólo si aparece un sentimiento general de cooperación entre todos los que creen en el sistema democrático, sistema que a algunos de espíritu exaltado les parece débil. Será necesario que cambien su visión: la Justicia no puede resplandecer en un medio de ofuscación sino en donde predomine la serenidad.
El gobierno que viene tiene que ganar la confianza de los no convencidos, solidarizarlos con sus ideas. La mejor forma de arraigar al liberalismo positivamente es resolviendo las demandas prácticas de la gente, la doctrina debe estar conectada con la realidad.
La autora es historiadora, analista política y periodista. Autora de “El Crepúsculo Argentino. Lumiere, 2006. Miembro de Número de la Academia Argentina de Historia.
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