La economía a través del tiempo (I): el estudio de la historia del pensamiento
Doy gracias al Instituto Juan de Mariana por haberme cedido este pequeño espacio en el que voy a tratar de realizar un divertido viaje a través del tiempo. Con esta sección no pretendo desarrollar ningún tipo de argumentación o filosofía sino, más bien, aventurarme, en compañía del lector por una travesía por la historia del pensamiento económico que es, en realidad, una porción interesante de la historia del pensamiento Humano.
Esto último es bastante relevante para lo que nos atañe. La economía no es una ciencia al uso; tiene sus particularidades. Estudia las relaciones existentes entre las cosas –los objetos, bienes y servicios– y nosotros. Es decir, opera en dos ámbitos fácilmente separables: lo humano, que implica creatividad y libertad; y lo material, que se suele relacionar con lo mensurable y susceptible de someterse a una computación.
Una disciplina compleja
Estas circunstancias, que convierten a la economía en algo tan divertido, han provocado numerosas discusiones relacionadas con el método que se debe utilizar para estudiar los hechos económicos. Es por ello por lo que el economista debe de ser consciente de que su disciplina es mucho más complicada de lo que cree, con un desarrollo histórico asombroso y profundamente emocionante.
De lo anterior se puede deducir mi intención con esta sección: defender que la historia de la economía y su pensamiento es esencial para un buen conocimiento de la realidad – además de ser entretenida–. Es por ello por lo que trataremos de resaltar aspectos más desconocidos y cuestiones llamativas que contribuyan a la generación de la curiosidad. No se va a construir un manual que pueda servir de estudio, sino un conjunto de escritos que promocionen la lectura y el interés sobre el tema.
Una ciencia que habla con otras ciencias
Hay que ser conscientes de que en un viaje que pretende revisar los diferentes puntos de vista que han existido sobre la economía tendremos la imperiosa necesidad de detenernos sobre cuestiones filosóficas. Uno de los problemas habituales a la hora de comprender esto es que se suele ver la economía como una ciencia aislada. No obstante, es imprescindible entender que para muchos razonamientos económicos debemos de partir de unas concepciones claras sobre antropología, epistemología, ontología… Cosas que pertenecen al campo de la filosofía. Esto no es algo exclusivo del menester de esta sección, en general todas las ciencias sociales –o parcialmente sociales– necesitan de la filosofía.
Esto es algo que se puede ver con el siguiente ejemplo. Yo, sinceramente, creo que uno de los principales debates de la sociología como la pelea entre el estructuralismo y la agencia no se diferencia, en la raíz, del debate de la economía sobre el valor –objetivo o subjetivo– o de la polémica de auxiliis dentro de la teología. Los tres dilemas, en realidad, pertenecerían a una misma cuestión y, de resolverse uno de ellos, los tres estarían resueltos. Todos nos hablan del papel de la voluntad humana en la realidad, otros, incluso, ponen en cuestión su propia existencia.
Economía de no economistas
Jenofonte, Aristóteles o San Agustín no fueron, en esencia, economistas. Sin embargo, mencionaron y estudiaron aspectos relacionados con esta ciencia. Elementos que sirvieron de influencia para pensadores posteriores y que, inevitablemente, de alguna u otra forma afectaron a escuelas económicas concretas. Dentro de la propia escuela austriaca hay quien se reconoce más aristotélico y hay otros que se dicen kantianos. Me gustaría que hubiera algún «hesiodélico» que se sirviera de Hesíodo para defender una edad de oro y algún «ovidiense» que hiciera lo mismo pero de una forma más latina, pero de eso no hay.
Bromas aparte, sí es verdad que vulgarmente se relaciona con Adam Smith el inicio del pensamiento económico. Ya no es sólo que con esto nos olvidemos de figuras como Cantillon o William Petty, sino que dejamos de valorar a multitud de personas que en el pasado contribuyeron a nuestra disciplina con mayor o menor acierto pero con una obvia rigurosidad. La prueba está, sin lugar a dudas, en que esta institución lleva el nombre de Juan de Mariana.
Ideas e historia
Por último, no hay que olvidar que para esta encomienda debemos de tener presente siempre el contexto histórico. No me gustaría tener que pararme mucho sobre esas cosas –puesto que a mí lo que realmente me interesa son las ideas–, sin embargo hay cuestiones muy curiosas que trataremos de comentar. Lo bueno de los filósofos –que son los que más hablaron de estas cosas en la antigüedad – es su aspiración a lo universal y, por lo tanto, a dejar un poco de lado lo que les estaba sucediendo a ellos concretamente.
Aún así, hay que entender que los cambios políticos, o incluso comerciales, han afectado enormemente a la visión que se ha tenido sobre el mundo en las diferentes épocas. La economía dentro de la Edad Media ha estado repleta de investigaciones morales, algo que se puede mantener algo en Smith y que con el tiempo, a veces, se va olvidando por aquello de tratar de imitar a las ciencias naturales.
Como si las personas importaran
Mi opinión ha sido siempre que la economía no puede separarse de una manera tan definitiva de lo moral. Al final, cuando hablamos de cómo deben de administrarse los bienes escasos llevamos en la mochila un juicio moral. Lo mismo sucede cuando ponderamos si una medida política ha sido «positiva». Hay autores de nuestra época, como Schumacher, que han querido recuperar un poco ese sentido moral.
Por eso el subtítulo de su libro «Lo pequeño es hermoso» es «Economía como si las personas importaran». Aunque ahora parezca algo llamativo, en la antigüedad –como veremos – era algo más habitual. Soy sincero cuando digo que me parece la posición correcta –asumir una postura moral, no encubrirla y hacer economía aceptándola abiertamente – pues todos tenemos sesgos y es honesto ser capaz de mostrarlos.
En definitiva, abrir nuestra perspectiva y conocer la amplitud de la economía nos puede servir para evitar una fatal arrogancia. Nos mostrará que nuestra disciplina se entremezcla con otras creando, a veces, una simbiosis que les hace completamente codependientes. La complejidad de lo real es tan avasallante como fascinante.
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