Por qué Estados Unidos conmemora el 4 de julio
El 4 de julio es una gran oportunidad para renovar nuestra adhesión a los principios de libertad e igualdad consagrados en lo que Thomas Jefferson llamó «el fuero en que declaramos nuestros derechos».
La función práctica de la Declaración de Independencia fue anunciar públicamente al mundo entero la decisión unánime de las colonias norteamericanas de declararse estados libres e independientes, exentos de cualquier lealtad hacia Gran Bretaña. Pero su mayor significado —entonces como ahora– es como exposición de las condiciones de la legítima autoridad política y de los fines apropiados del Gobierno, así como su proclamación de la soberanía del pueblo como nuevo fundamento del Gobierno político en. «Si la Revolución Americana sólo hubiera producido la Declaración de Independencia –escribió el gran historiador Samuel Eliot Morrison– habría merecido la pena». Aunque el Congreso había nombrado a un distinguido comité –que incluía a John Adams, Benjamin Franklin, Roger Sherman y Robert Livingston– la Declaración de Independencia es principalmente obra de Thomas Jefferson. Por lo que él mismo cuenta, no tenía como objetivo ni ser original ni usar algunos escritos en particular sino expresar «las armonizadoras sensibilidades de la época», tal y como habían sido expresadas en conversaciones, cartas, ensayos o en «los libros básicos del derecho público como Aristóteles, Cicerón, Locke, Sidney, etc». Jefferson buscaba que la Declaración fuera «una expresión de la mentalidad norteamericana» y escribió para así «poner ante la humanidad el sentido común del tema, en palabras tan simples y firmes como para inspirar su aprobación».
La estructura de la Declaración de Independencia es la de un documento jurídico de derecho consuetudinario. Las vibrantes frases del segundo párrafo del documento son una impactante síntesis de las teorías norteamericanas constitucionales y republicanas de gobierno. Todos los hombres tienen derecho a la libertad sólo en cuanto sean iguales por naturaleza, lo que equivale a decir que nadie es naturalmente superior y por eso merezca gobernar, o inferior y que merezca ser gobernado. Ya que todos los hombres están dotados con estos derechos, los derechos son inalienables, lo que significa que nadie puede cederlos o quitarlos. Y ya que las personas poseen por igual estos derechos, los gobiernos obtienen sus justos poderes gracias al consentimiento de los gobernados.
El propósito del Gobierno es asegurar estos derechos fundamentales y aunque la prudencia nos diga que los gobiernos no deberían cambiarse por razones triviales, el pueblo conserva el derecho de cambiar o eliminar un Gobierno cuando llega a ser destructivo para estos fines. El resto del documento es un acta sumarial que acusa al rey Jorge III de unas 30 ofensas, algunas constitucionales, algunas jurídicas y algunas de asuntos de política. Las conjugadas acusaciones contra el rey llevaban la intención de demostrar una historia de agravios repetidos, todo con el objeto de establecer «una tiranía absoluta» en Estados Unidos.
Aunque los colonos estaban dispuestos a «aguantar, mientras los males fueran aguantables», había llegado la hora de terminar la relación: «Pero cuando una larga sucesión de abusos y usurpaciones, persiguiendo invariable el mismo objetivo, hace evidente la intención de reducirlos bajo el despotismo absoluto, entonces están en su derecho, en el deber, de expulsar a ese Gobierno». Una acusación que Jefferson había incluido, pero que el Congreso retiró, era que el rey había «librado una guerra cruel contra la naturaleza humana» introduciendo la esclavitud y permitiendo el comercio de esclavos en las colonias norteamericanas. Algunos delegados no estaban dispuestos a reconocer que la esclavitud violó «los más sagrados derechos como son la vida y la libertad» y el pasaje fue retirado en aras de la unanimidad. Así se presagió el debate central de la Guerra Civil Americana que Abraham Lincoln vio como prueba para determinar si una nación «concebida en libertad y dedicada al principio de que todos los hombres son creados iguales» podría perdurar en el tiempo.
La Declaración de Independencia y las libertades que ésta reconoce están fundadas en una ley superior ante la cual todas las leyes humanas deben rendir cuentas. Esta ley superior puede entenderse que se deriva de la razón –las verdades de la Declaración afirman ser «evidentes»– pero también de la Revelación divina. Hay cuatro referencias a Dios en el documento: «las leyes de la naturaleza y del Dios de la naturaleza», que todos los hombres «son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables», «apelando al Juez Supremo del mundo por la rectitud de nuestras intenciones» y «la protección de la Divina Providencia». El primer término sugiere a una deidad que sea conocible por la razón humana, pero los otros –Dios como creador, como juez y como providencia– son más bíblicos y añaden un contexto teológico al documento. «¿Y pueden pensarse las libertades de una nación como seguras cuando hemos quitado su única base firme, la convicción en la mente del pueblo de que estas libertades son un regalo de Dios?», preguntaba Jefferson en sus Notas sobre el Estado de Virginia.
El verdadero significado de la Declaración está en su significado transhistórico. No apelaba a ninguna ley convencional o contrato político sino a los derechos que todos los hombres tenían por igual y «el puesto separado e igual a que las leyes de la naturaleza y el Dios de esa naturaleza le dan derecho». Lo revolucionario de la Declaración de Independencia no es que un grupo especial de norteamericanos declarase la independencia bajo unas circunstancias determinadas sino que lo hicieran apelando a un estándar universal de justicia, prometiendo basar su Gobierno en ese estándar. Es en este sentido que Abraham Lincoln elogió «al hombre que, bajo la presión concreta de una lucha por la independencia nacional de un único pueblo, tuvo el aplomo, la visión y la capacidad de insertar en un documento simplemente revolucionario una verdad abstracta, aplicable a todos los hombres en todas las épocas».
Las vibrantes palabras de la Declaración de Independencia hablan a todos los que luchan por la libertad y buscan reivindicar los principios del autogobierno. Pero fue un anciano John Adams quien, cuando le pidieron que hiciera algunos comentarios sobre el quincuagésimo aniversario de la Declaración de Independencia, pronunció tres palabras que todavía transmiten nuestra gran esperanza cada 4 de julio: «Independencia para siempre».
Traducido por Miryam Lindberg
El autor es director del Centro B. Kenneth Simon de Estudios Americanos de la Fundación Heritage.
©2007 The Heritage Foundation
- 23 de enero, 2009
- 23 de diciembre, 2024
- 24 de diciembre, 2024
Artículo de blog relacionados
El autor presentará su último libro "El atroz encanto de ser argentinos 2"...
5 de mayo, 2007Por Armando Ribas Diario Las Americas Las próximas elecciones en Estados Unidos, en...
31 de octubre, 2008Por Kathryn Westcott BBC Mundo A las doce en punto del mediodía de...
1 de marzo, 2007- 18 de enero, 2013