Involución humana

¿Quién no ha sido testigo de cómo su mascota intenta comunicarle algo? Ya sea que quiere beber agua o quiere comida o quiere entrar o quiere salir o avisar de la presencia de un extraño. Cosas como esas. Lo hace maullando o ladrando. El animal sabe lo que quiere y, como puede, intenta hacérselo saber a su humano. Puede incluso variar la modulación e intensidad de su voceo para mostrar cuál es su deseo. Pero tiene una limitación importante: carece de la palabra.

La palabra

La palabra es importante para comunicar deseos, pero es más importante para crear conocimiento. En el nivel de percepción estamos siendo bombardeados con un sinfín de estímulos desordenados. Nuestro orden sensorial automáticamente diferencia y discierne entre ese caos aquello que nos sirve para sobrevivir. De entre todos los sonidos que nos rodean oímos de repente que se acerca un animal, por ejemplo. Este nivel de consciencia lo compartimos con los demás animales. Pero el nivel perceptual de consciencia es muy limitado. Habrás notado que, si ves a cuatro personas platicando, estás consciente de que son cuatro, casi sin esfuerzo alguno. Pero si ves, digamos, a treinta, no puedes saber de un vistazo cuántas personas hay. Esto es porque todos los animales tenemos un límite al enfoque simultáneo para percibir entidades concretas. La palabra nos permite superar esa limitación.

Grupo y unidad

Por medio de su entendimiento el humano piensa sobre lo percibido y empieza a diferenciar y clasificar entes observados según un atributo por él elegido como esencial. Para esto usa dos categorías que son propias de la forma de pensar humana: el grupo y la unidad. El grupo es un ente de razón. No existe como cosa real. En el mundo real sólo hay entes individuales. Ver a unos entes como un ‘grupo’ es una construcción humana. Es una forma de ver el mundo. E identificar un ente como una ‘unidad’ del grupo, también. Con estas dos formas de relacionar, el entendimiento forma de la experiencia sensible casi todos sus conceptos.

Unidad Sintética

El concepto es una especie de repositorio o carpeta abierta donde se archivan los entes elegidos por sus menores diferencias entre sí y separados de los entes en el mundo con los que difieren más. El proceso es similar al que haces en tu computadora cuando metes en tus archivos fotos, por ejemplo, de autos deportivos. Pones en la carpeta todos aquellos autos que son deportivos haciendo caso omiso a diferencias entre marcas, colores, modelos. Sabes que esas diferencias existen, pero para la clasificación son irrelevantes, así que las ignoras. Las diferencias relevantes, por las que no incluyes a otros vehículos son, por ejemplo, que son autos todo terreno o sedán o camionetas, etc. Y para poder acceder a esa información archivada le pones una etiqueta, una palabra con que registrarla para encontrarla de nuevo. Esa palabra que etiqueta al concepto hace la función de una unidad mental, que es una ‘unidad sintética’ donde has sintetizado o integrado los atributos esenciales de los entes subsumidos bajo el concepto, atributos de todos los entes que han existido, existen y existirán, omitiendo las diferencias, que sabes existen, pero que no son esenciales.

Definición

Los entes subsumidos bajo esta unidad sintética o concepto se llaman los ‘singulares’ del concepto. Y el conocimiento se forma por apercepción de las unidades sintéticas y el ordenamiento jerárquico de las mismas. Así se pueden identificar al señalar a que grupo pertenecen y en que se diferencian de los otros singulares del grupo. Esta identificación se llama definición. Por ejemplo, cuando digo: «El hombre es un animal racional», animal es el grupo al que pertenecen todos los singulares señalados como hombres, y su diferencia de todo otro animal es que son capaces de razonar.

Entonces, la palabra que nombra y denota un concepto, una unidad sintética, es una unidad mental que me permite referirme a una cantidad ilimitada de singulares traspasando los límites al enfoque simultáneo del conocimiento perceptual.

Continuará.