Elecciones polémicas: se torna más oscura la larga noche venezolana
Venezuela acaba de ingresar en una zona de enorme incertidumbre y alto peligro por los resultados sospechados como inverosímiles de las elecciones presidenciales. La onda expansiva de este escándalo remece a toda la región.
La oposición política no solo rechaza los datos de los comicios que perpetúan al autócrata Nicolás Maduro para un tercer mandato consecutivo con el 51,2 % de los votos. Denuncia, además, un golpe institucional contra el candidato disidente Edmundo González, a quien la Comisión Electoral, que es un órgano disciplinado al régimen, le atribuyó un 44,2% de los sufragios después de un conteo cargado de opacidades con la suspensión del envío de las actas que la autocracia chavista atribuyó a un hackeo.
La gravedad del escenario escaló en la madruga del lunes cuando la líder opositora María Corina Machado sostuvo que, según sus datos, ganaron por el 70% de los votos y con esa convicción reclamó a las Fuerzas Armadas que cumplan con la decisión popular. Es decir que derroquen al régimen chavista y defiendan el lugar de presidente del diplomático González. Dificil que eso ocurra.
También la ex diputada liberal llamó a todos los venezolanos a luchar por estos derechos movilizándose y repudiando las insinuaciones del régimen populista que sugirió que cualquier reproche al resultado sería considerado una expresión de violencia. “Negar la verdad es la violencia”, sostuvo.
La traducción de este clima es que la situación en absoluto ha terminado y amenaza exasperase. Gran parte de la comunidad internacional anunció que no reconocería inmediatamente los resultados. Brasil, la mayor economía de la región, que se había acercado al régimen autoritario de Caracas después de la elección de Luiz Inácio Lula Silva demanda una revisión independiente de los resultados, quizá el dato más relevante en la región.
Lula despacho a Caracas a su principal asesor internacional, Celso Amorin, para garantizar que se respeten los resultados, le dijo a este cronista una alta fuente diplomática brasileña que reconocía la existencia de un conflicto con los resultados que promueve el régimen. El silencio de Itamaraty después del comicio era ruidoso y se decantó con desconfianza hacia el régimen. Otros líderes de la debilitada socialdemocracia regional, como el chileno Gabriel Boric o incluso el colombiano Gustavo Petro, también pusieron un primer freno.
Mientras Boric dijo que los resultados eran «difíciles de creer», el canciller colombiano, Luis Gilberto Murillo, pidió el «recuento completo de votos». En la misma línea, previsiblemente, se expidió el Secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken y sus colegas europeos de Francia e Italia, que reclaman un informe público y detallados de las mesas de votación.
El caso de Evo Morales
Si la oposición logra probar su derecho a la victoria contrastando el informe de sus actas con las del régimen, la crisis tiene un inevitable destino de escalada. Es un panorama con reflejos de lo ocurrido en Bolivia en octubre de 2019, cuando Evo Morales, un aliado del madurismo, buscó su cuarto mandato consecutivo en una elección que también registró dificultades sorpresivas en el conteo.
El entonces presidente boliviano ganaba en primera vuelta, pero no en un eventual ballotage. Después de un sorpresivo y sospechoso apagón del sistema, había conquistado la diferencia necesaria para evitar ese segundo round. El país estalló y Morales debió renunciar y se refugió en México donde después construyó el mito de un golpe en su contra que no existió.
La convicción de la oposición venezolana de que había ganado era clara el domingo tras el cierre de los comicios basado en los informes que enviaban los testigos que pudieron repartir en la mayoría de las mesas. Fuentes de ese sector le dijeron a esta columna que contaban con suficientes actas para corroborarlo y hasta habían iniciado reuniones para decidir los pasos inmediatos de la transición.
Hubo incluso fiesta en el campamento opositor porque con 40% de las actas segun reveló Machado que contaban era suficiente para dar por ganado el comicio. No esperaban una maniobra por la distancia que, sostenían, los separaba del régimen del orden de los 30 puntos como anticiparon las encuestas. Solo un enorme fraude quebraba ese resultado.
Hubo ingenuidad claramente. Pero quedaba claro que en la interna de la autocracia se impuso el sector más duro, distante de cualquier concesión. Una derrota del chavismo hubiera sido virtualmente por puntos, no aplastante pese alas diferencias de los sufragios. El régimen quedaba en una inigualable posición de poder con el control simultáneo de la mayoría de las gobernaciones, del Parlamento que tendrá elecciones recién a fines del año entrante, de la Corte Suprema cuyos miembro no pueden ser modificados por el Ejecutivo sin mediar una razón concreta, además de la fidelidad de la cúpula de las Fuerzas Armadas, la Policía y los grupos parapoliciales.
Ya frente a esa realidad, los lideres antichavistas habían multiplicado los mensajes de que no habría procesamientos judiciales ni en el terreno de las violaciones a los derechos humanos y de la extendida corrupción, un aviso de paso a los jefes militares.
El portazo del fraude electoral, que denuncia la oposición, es coherente en todo caso con la traición del régimen a los acuerdos de Barbados que habían permitido en octubre pasado el levantamiento de las principales sanciones por parte de Estados Unidos. Esa decisión había pavimentado el juego minero y petrolero de las corporaciones internacionales que apuntan a las riquezas mal aprovechadas de Venezuela.
Una paradoja, porque esos mercados se abrieron por impulso del ministerio de Economía de Rusia, que cuenta con un departamento destinado al país caribeño que, por lo demás, trasladó de Lisboa a Moscú la sede europea de la estatal PDVSA como prueba de esos vínculos poco conocidos. Ese sector lo maneja el viceministro de esa cartera del Kremlin que repudió el fervor estatista de Hugo Chavez y las inversiones que consideró a pérdida de las «misiones» sociales.
A partir de ahora esos negocios petrolero y minero entrarán en un inevitable eclipse por el previsible crecimiento de las sanciones y un estado general de caos que comenzó a insinuarse ya con las redadas hace meses de la policía política chavista contra los activistas opositores.
En la tumultuosa madrugada de este lunes se multiplicaban los alertas de una masiva operación contra la dirigencia disidente y sus bases, los métodos que el régimen copia en detalle de las dictaduras cívico militares que asolaron la región en los años 70. Que de eso se trata el chavismo.
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