Fraude en Venezuela
Venezuela es, desde hace lustros, una tiranía que ha abolido el Estado de Derecho y en la que, por consiguiente, el chavismo impone de manera irrestricta su caprichosa voluntad. Siendo así, resultaba verdaderamente ingenuo pensar que el chavismo entregaría de manera voluntaria el poder tras unas elecciones presidenciales que podían manipular a su entera conveniencia.
¿Por qué iban a respetar la voluntad mayoritaria de los venezolanos si llevan lustros sin hacerlo? ¿Por qué, pudiendo alterar a discreción el recuento de votos, iba a publicar que había perdido los comicios y que, por tanto, debía marcharse? No, salvo que la oligarquía chavista hubiese pactado con alguna potencia extranjera, por ejemplo EEUU, un abandono ordenado del poder a cambio de un retiro dorado en algún territorio neutral (como Turquía), no era en absoluto verosímil que fueran a reconocer que habían sido derrotados en las elecciones del pasado domingo.
A estas alturas, el engaño ya es difícilmente cuestionable. No sólo las actas digitalizadas, que en su amplia mayoría han sido recopiladas hábilmente por la oposición, muestran una contundente victoria de Edmundo González, sino que incluso los datos provisionales que ha comunicado al chavismo, con tal de justificar que se hayan autoproclamado vencedores, constituyen una completa chapuza en términos de manipulación electoral.
Y es que si uno divide el número de votos atribuidos a Nicolás Maduro, a Edmundo González y a todos los demás candidatos agrupados entre el número total de votos obtendrá un porcentaje exacto (hasta el sexto decimal) de 51,2%, 44,2% y 6,4%. No el 51,198% o el 44,201% o el 6,397%. No: exactamente el 51,2%, el 44,2% y el 6,4%. La probabilidad de que un acontecimiento tan estadísticamente anómalo como éste haya ocurrido aleatoriamente es de uno entre cien millones.
Así que claramente no es obra de la casualidad sino de la causalidad: la autoridad electoral venezolana no calculó el porcentaje de votos de cada candidato a partir del número de sufragios que había logrado, sino que primero decidió qué porcentaje de votos quería que obtuviera cada candidato y luego ajustó el número de votos que les atribuyó para que fuera coherente con ese porcentaje.
Quienes hoy siguen defendiendo a la tiranía venezolana y su obsceno fraude electoral se retratan como lo que son: cómplices de un régimen criminal.
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