Trump y la segunda resurrección de la Doctrina Monroe
Si Donald Trump llegase a triunfar en noviembre, América Latina debería prepararse para un probable intento de desplegar una nueva versión de la Doctrina Monroe. Esta doctrina, enunciada hace 201 años, arroga el tutelaje y la intervención de Washington en la región.
En la contienda que lo llevó a la presidencia en 2017, Latinoamérica solo hizo parte de una “agenda negativa”: la región fue vista como fuente de inestabilidad, tráfico de drogas, origen de migrantes y criminales en detrimento de Estados Unidos y escasamente relevante en lo económico.
Trump también definió que las amenazas a su país no provenían de la poca competitividad económica, la mayor polarización política, el profundo malestar social, la alta inequidad y la debilidad institucional en el plano doméstico, sino que la causa principal era China. Esa doble condición continental y global debía ser respondida, según él, con acciones coercitivas y aleccionadoras bajo la premisa de preservar la preponderancia internacional de Washington.
Así, en la alocución de septiembre de 2018 ante Naciones Unidas, Trump le recordó al mundo: “la política formal de nuestro país desde el presidente Monroe ha sido rechazar la interferencia de naciones extranjeras en este hemisferio y en nuestros propios asuntos”.
Su consejero de Seguridad Nacional, John Bolton, y su secretario de Estado, Rex Tillerson, citaban con orgullo los principios enunciados por James Monroe en 1823. No al azar en el número del 27 de septiembre de 2020, The Economist se publicó una nota sobre “El retorno de la Doctrina Monroe”.
La política exterior de Trump durante su gestión reveló la combinación de una primacía ofuscada ejercida con medidas unilaterales y un inmoderado monroísmo. El balance de su cuatrienio muestra, sin embargo, más fracasos que logros a nivel global y más repudio que acatamiento a nivel continental, a pesar de que algunos gobiernos del área no lo cuestionaron a la espera de recompensas.
El Trump de 2024 no parece haber cambiado un ápice. Al contrario, el hecho de que tenga como compañero de fórmula al senador JD Vance–quien es un joven trumpista convencido y exacerbado–augura un eventual mandato Trump-Vance con un resurgimiento de la Doctrina Monroe.
El pleno control del Partido Republicano por los sectores más reaccionarios presagia un apoyo indiviso. Dos contendientes derrotados en las primarias del partido–el gobernador de Florida, Ron DeSantis, y el empresario Vivek Ramaswany–ya evocaron asertivamente el valor de la doctrina. El 26 de octubre de 2023 once legisladores republicanos presentaron una resolución en el Senado conmemorando la promulgación de la doctrina y reafirmando su vigencia para “oponerse a poderes extra-regionales que extienden su influencia maligna” en Latinoamérica.
El 1° de diciembre, diecinueve legisladores republicanos presentaron en la Cámara de Representantes una resolución idéntica. La candidata derrotada en las primarias, Nikki Haley, y varios legisladores republicanos de distintos estados propusieron enviar fuerzas militares de Estados Unidos a combatir el crimen organizado en México. En agosto de 2023, Trump aseguró que al canal de Panamá “lo controla China…construimos el Canal de Panamá, nunca deberían habérselo dado a Panamá”.
En mayo de 2024, en un ensayo (An “America First” World) en la prestigiosa Foreign Affairs, el académico Hal Brands destaca que aún en condiciones de restricción, el lema actualizado de “Estados Unidos primero” incluiría una “Doctrina Monroe revitalizada”. Y más recientemente, en una nota (A New Monroe Doctrine for the Western Hemisphere?), en el sitio gisreportsonline.com de julio de este año, el investigador del think-tank conservador Heritage Foundation, James Jay Carafano, propuso el “rejuvenecimiento de la Doctrina Monroe”. Todo ello en la dirección de una fuerte política anti-China que comenzó en el segundo gobierno de Obama, se agudizó en el gobierno de Trump y se reforzó en el gobierno de Biden. Un posible Trump II la potenciará.
Finalmente, sus dichos sobre América Latina durante la convención republicana de julio confirman su opinión despectiva de la región. No hay que olvidar que en enero de 2018, y en referencia a los migrantes provenientes de Haití, El Salvador y países africanos el entonces presidente se preguntaba: “¿Por qué recibimos a gente de países de mierda?”. A pesar de que los simpatizantes de Trump en Estados Unidos y la región hablan de un nuevo Trump; no hay señales reales de eso.
Respecto a la Argentina y la Doctrina Monroe, propongo una escueta reflexión. En octubre de 1889, durante la Primera Conferencia Panamericana, un argentino, que años después sería presidente, Roque Sáenz Peña, cuestionó la Doctrina Monroe con su propuesta de “América para los estadounidenses” y la contrapuso con su ideal de una “América para la Humanidad”.
Sin duda eran otros tiempos en el país, el continente y el mundo. Hoy un gobierno con una política hiper-occidentalista centrada en Washington difícilmente abogue por una inserción global más diversificada y equilibrada. La diplomacia actual parece aborrecer la equidistancia y prefiere la supeditación.
No sería sorprendente entonces que prefiriera abrazar la segunda resurrección de la Doctrina Monroe impulsada por Trump; alguien que buscará satisfacer—veremos cómo y con qué resultados–los intereses propios de Estados Unidos.
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