Hong Kong
Durante los años 80’s, en mi adolescencia, me tocó por el trabajo de mi padre vivir en Hong Kong. En aquella época Hong Kong era una colonia británica que había empezado a raíz de las guerras del Opio entre China y Gran Bretaña. China, en 1841, había perdido las llamadas guerras del Opio en la dinastía Quing y como consecuencia se le cedió a Gran Bretaña la isla de Victoria, donde se habían atrincherado y ganado. Posteriormente la colonia se expandió a la península de Kowloon en 1860 y finalmente hubo una tercera expansión en 1899, esta vez a través de un contrato de arriendo de las tierras detrás de aquella península de Kowloon y estas se llamaron Nuevos Territorios. Este contrato de arrendamiento era por 99 años y vencía a la medianoche del 31 de enero de 1997.
Por aquella época en que me tocó vivir en dicha colonia, se acababa de firmar en 1984 el tratado Sino-británico que ordenaba la devolución de dichos Nuevos Territorios alquilados en 1899, así como también los territorios tomados por la fuerza en 1841 y 1860 a la actual República Popular China. La sensación de la población en general, aunque más enfocada en el comercio, era de preocupación en su mayoría pues muchos de sus 7 millones de residentes eran refugiados víctimas de la revolución cultural china de 1949. Había, además, un gran contingente de refugiados vietnamitas de la entrada al comunismo de dicho país a finales de los 60’s y de principios de los 70’s. Muchos dudaban que China sería capaz de cumplir su palabra de cumplir este tratado.
Se hacía esta devolución con la esperanza de que los británicos habían logrado, en las negociaciones de retorno de territorios, que Hong Kong siguiera teniendo un sistema capitalista por 50 años, con respeto al estado de derecho y poco más, sin mayor cambio que ya no fueran colonia británica, pero más bien una colonia china que poco a poco se integraría con el territorio continental. Todo esto dentro del anhelo chino de unir sus territorios separados, como Hong Kong, Macao (colonia portuguesa) o incluso Taiwán, donde se refugió en el exilio el Kuomintang, el partido nacionalista chino, después de perder la guerra civil contra el partido comunista chino y declarar que ellos eran el auténtico gobierno después de la guerra civil en el exilio desde la isla de Formosa, Taiwán. Por cierto, Formosa, cuyo nombre suena español es porque fue una isla descubierta y en poder de los españoles en los siglos XVI y XVII, durante su dominio del Oceano Pacífico y de las Filipinas.
Eran los tiempos de Deng Xiao Ping que gobernaba china después de la revolución cultural de Mao Tse Tung. Deng era conocido por ser mucho más práctico que Mao y ante el desastre, las hambrunas y la violencia que había degenerado dicha revolución cultural, sin renunciar al comunismo político, comenzó un periodo lento pero decidido a abrir la economía china y a pequeñas concesiones para permitir el mercado para lograr salir de la miseria y pobreza en la que se encontraba China en los años 80’s. Estas reformas iniciaron uno de los periodos más impresionantes de desarrollo que se hayan visto en tiempos modernos. Este desarrollo tenía una particularidad y era que, si bien se permitían ciertas características que podría tener un mercado libre, como propiedad privada, libre comercio y otras reformas que se fueron dando más adelante, esto de ninguna manera significaba que el poder político sería de libre elección, pues seguiría en poder del Partido Comunista Chino y los jerarcas del partido tendrían un férreo control del mismo, incluso serían los beneficiarios de las privatizaciones que se dieron en su momento.
La idea del arreglo de traspaso de Hong Kong era un país dos sistemas. Por un lado, el PCC buscaba reunificar su país y por otro esperaban que Hong Kong se convirtiera en la puerta de entrada de Occidente y lograr que por allí ingresaran las inversiones que tanto necesitaba China para salir del subdesarrollo. Hong Kong lo que se buscaba era que su sistema de vida fuera respetado y que se accediera a un mercado que se intuía podría ser muchísimo más grande de lo que habían visto los ciudadanos de ese territorio. Y es que Hong Kong no sólo había logrado convertirse en un auténtico bazar global donde se podía encontrar cualquier cosa que pudiera ser producida o comercializada, si no que era un territorio que permitía a gente con poco o nada y con solo ideas empezar un negocio y hacer fortuna o convertirse en grandes empresarios. Esta era la promesa de Hong Kong: el capitalismo en su máxima expresión.
A finales de los 70’s el gran Milton Friedman había hecho una serie de televisión que luego dio lugar al libro “Libre para Elegir”. Esta serie se transmitió en 10 semanas consecutivas, primero en PBS y luego a nivel mundial en diversas traducciones. Entre otros ejemplos, Friedman explicaba como esta colonia sin tierras que fueran cultivables a gran escala, o minerales que extraer, y en un principio casi sin población, se había convertido en uno de los tigres asiáticos (Hong Kong, Singapur, Taiwan, Corea del Sur) que a partir del final de la Segunda Guerra Mundial estaban destrozados, con niveles de pobreza similares a los de África e incluso mayores que el país más pobre de Hispanoamérica.
Esta serie de television la había visto junto a mi padre (que había conseguido sus derechos de transmisión en Ecuador) en su traducción al español en television local, a principios de los 80’s, siendo poco más que un preadolescente, y despertó en mí una inmensa curiosidad por la relación entre libertad y prosperidad y sus posibilidades.
Hong Kong había logrado este desarrollo no por ser colonia británica -pues ya lo había sido antes de la Segunda Guerra, antes de ser invadida por Japón- sino más bien por la decisión de sus administradores, ante la ruina de la guerra, de abrir completamente la colonia a la iniciativa y la creatividad de sus ciudadanos. Gran Bretaña había caminado por otras rutas después de la Segunda Guerra y ya no era el imperio que había sido antes. Había empezado un proceso de descolonización de sus antiguas colonias en Africa y ya no gobernaba los mares pues había sido reemplazada por los Estados Unidos. Estaba en franca decadencia y lo estuvo hasta que en 1979 corrigió rumbo con Margaret Thatcher y el gobierno conservador de esa década. Hong Kong, a diferencia de Gran Bretaña, en los 80’s ya era más rica, más abierta y pujante que su patrón colonial. No porque los administradores coloniales lo decretaran, o porque un comité de expertos lo decidiera, si no por aquella decision de uno de sus administradores, Sir John Copperwhite, de permitir que el libre mercado operara sin frenos ni cortapisas. Incluso se vanagloriaba de prohibir que se recogieran estadísticas oficiales para evitar la tentación del gobierno de “mejorar las cosas”. El rol del administrador colonial sólo se encargaría del estado de derecho, cortes y seguridad, y permitir que miles de ciudadanos decidan qué comprar, qué vender y qué producir. Eso sí, sin gobierno que los proteja o los rescate cuando ocurran malas inversiones. Cada uno asumiendo el riesgo y los beneficios de sus decisiones. Un mercado que había no sólo logrado sacar a Hong Kong de la ruina en la que había quedado después de la guerra, para convertirla en un polo de desarrollo codiciado por China continental.
Y ¿qué tal si en Hispanoamérica se pudiera hacer algo igual? Empezar con algo muy pequeño, una ciudad, una región y abrirla al mundo sin mayores barreras y con un gran desarrollo. No estoy abogando por un tratado de libre comercio al estilo del Pacto Andino, el Mercosur, (no incluyo el ALBA, pues eso ni siquiera pretendió serlo) que más que tratados de libre comercio fueron acuerdos centralmente planificados de reparto de producción sin competencia, solo para proteger industrias tradicionalmente locales a otros mercados igualmente protegidos y sumamente regulados.
Hay proyectos en curso para algo así, tal vez Panamá y su canal es lo que más se le parece, aunque la apertura comercial o la existencia de una moneda estable como el dólar son muy buenas medidas, pero no son suficientes. Hay que abrir aún más, desregular, y garantizar la seguridad mediante el estado de derecho. Honduras también se ha embarcado en esa aventura de tener una ciudad libre, el proyecto auspiciado por la Free Cities Foundation está ubicado en Roatan y se llama Prospera. Lamentablemente la actual administración hondureña conspira contra su éxito pues lo ven como un proyecto a destruir después de que fuera aprobado en un gobierno anterior. Ojalá puedan seguir adelante sin mayores dificultades y que los arreglos institucionales logrados se mantengan y se profundicen.
Tal vez México, tan cerca de Estados Unidos, podría hacerlo. Tiene un tratado de libre comercio vigente desde 1992 con Estados Unidos y Canada y ha traído mucha prosperidad a toda la zona norte de dicho país que antes de dicho tratado no tenía mayor desarrollo. El desarrollo económico ha beneficiado a todo el país a pesar de los problemas con el narcotráfico. Con las crecientes tensiones entre China y Estados Unidos, la perspectiva del “Nearshoring”, traer la inversión China a México y desde ahí exportar a Estados Unidos, sería una gran oportunidad para el país. Lamentablemente la elección de un gobierno contrario a estos arreglos institucionales conspira para que el proyecto fracase o incluso levante vuelo.
¿Será Argentina entonces la que aproveche esta oportunidad? Milei está frenando la crisis y sacando a ese país de casi 80 años de las mismas políticas fracasadas de protección industrial, control de precios, y falta de respeto a la propiedad privada y al estado de derecho. Ojalá se dolarice pronto, tal como se prometió en campaña y se siga abriendo su economía y deshaciendo el pesado estatismo que hizo de una nación desarrollada un país subdesarrollado. Si tan sólo entendiéramos que, con la excesiva regulación, el exceso de leyes, la falta de competencia y la falta de seguridad, nunca seremos desarrollados. Y no, esto no es exclusivo de nuestra idiosincrasia hispanoamericana, lo vemos hoy por hoy en Europa y el mercado común europeo que se mueve cada vez más pesado y ahogado por el exceso de regulaciones. Lo vemos en la misma China que después de ver el espectacular desarrollo logrado en su propia economía y haber tenido la gallina de los huevos de oro en sus manos (Hong Kong) están empecinados en destruirla cambiando su marco legal, deteniendo a la disidencia que solo quiere que se los trate de acuerdo con lo que firmó el gobierno en 1984, aplastando cualquier voz de disenso y quitando muchas de las cosas que hicieron de Hong Kong el gran bazar de la fortuna y el más grande de todos los tiempos.
Fortune’s Bazaar: The Making of Hong Kong es un gran libro para el lector curioso que quiera conocer más a fondo la historia de Hong Kong y los personajes que la construyeron.
Taipan de James Clavell actualmente fuera de impresión es una novela sumamente interesante sobre los orígenes de Hong Kong. Hace poco se hizo una tercera versión para la Televisión en Hulu de otra de las novelas de este autor, Shogun y que está muy bien lograda y ha hecho que los libros de James Clavell se vuelvan a publicar. Ojalá pronto haya una reedición en español de esta novela, todos sus libros o una versión de TV.
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