Por qué las elecciones de 2024 no abordan el tema más crítico de Estados Unidos
Lamentablemente, la carrera presidencial no se centra en la cuestión más crítica de Estados Unidos. Esta cuestión es tan crucial que todo lo demás, como la inflación, los conflictos geopolíticos, la inmigración, el declive de la industria manufacturera y los conflictos culturales, depende de cuál sea su postura al respecto. Me refiero a los límites del gobierno. A tenor de los planteamientos de ambos candidatos, no parece haber límites claros, salvo la crítica espasmódica de Trump a las excesivas reglamentaciones.
Los dos partidos predominantes parecen estar en un mundo de fantasía, desconectados del colosal crecimiento del Estado del bienestar, el Estado regulador y el Estado beligerante. Frecuentemente confunden los síntomas con las causas y, en ocasiones, los problemas con las soluciones.
Estados Unidos tiene una grave crisis fiscal y monetaria entre manos, incluyendo una deuda pública que pasó del 31% del PBI en 1980, cuando la ratio tocó fondo, al 122% en la actualidad. El balance de la Reserva Federal se ha disparado, pasando de menos de 900,000 millones (billones en inglés) de dólares en 2007 a 7.2 billones (trillones en inglés) en la actualidad (e incluso más en los últimos años). Este desplazamiento del ahorro y la inversión privados y la dilución del valor del dinero han ralentizado notablemente la tasa de crecimiento de la productividad de la economía estadounidense, a pesar de los avances tecnológicos.
La inversión privada real neta ha disminuido del 6,7% del PBI en el año 2000 a menos del 5% en la actualidad. Y sí, la clase media lleva tiempo sufriendo las consecuencias de la deslocalización de la industria manufacturera, pero esto no se debe a una conspiración internacional ni únicamente a las fuerzas del mercado. Se debe a que las políticas inflacionarias han elevado sistemáticamente los costos laborales unitarios en beneficio de los competidores: se han multiplicado por 4,5 desde 1971.
Para agravar la situación, el incremento de aquellas personas que alcanzan la edad jubilatoria y el impacto demográfico de una tasa de fertilidad históricamente baja hacen imperativo que Estados Unidos comience a atraer inmigrantes a través de vías legales en lugar de jugar con la dinámica de la oferta y la demanda en el mercado laboral y alimentar una crisis fronteriza que, en gran parte, se difuminaría si los políticos se adaptaran a la realidad.
A lo largo de su larga historia, ambos partidos han atravesado fases en las que abogaron por un gobierno reducido y otras en las que han propugnado reiteradamente un gobierno grande.
Los demócratas se inclinaron hacia un gobierno grande, al menos en la era moderna, después de que William Jennings Bryan, quizás animado por la ambición de ganar votos en la parte occidental de la nación, en expansión, pergeñara un cambio ideológico en el partido. El intervencionismo de Woodrow Wilson en ultramar, el New Deal de F.D. Roosevelt y la Gran Sociedad y la aventura de Vietnam de L.B. Johnson hicieron el resto, hasta llegar a la manía reguladora actual dictada por el enfoque equivocado del cambio climático y otros desafíos.
El Partido Republicano ha tenido una historia variada en lo que respecta a la intervención gubernamental. En el siglo XIX eran fuertemente intervencionistas, pero en el XX pasaron por fases en las que abogaban por un gobierno más pequeño. En particular, Calvin Coolidge y Dwight D. Eisenhower eran partidarios de recortar impuestos y gastos. Eisenhower también expresó su preocupación por el complejo militar-industrial. Barry Goldwater tenía algunas buenas ideas, pero estaba en el lado equivocado de la cuestión racial. Ronald Reagan continuó promoviendo la libertad, pero bajo su conducción, el presupuesto de defensa creció significativamente y el partido comenzó a ser influenciado por los neoconservadores y los partidarios de la oferta, quienes se centraban en la reducción de impuestos, pero descuidaban la disciplina fiscal. Desde entonces, el partido ha tendido en gran medida a respaldar un gobierno más grande.
Estados Unidos necesita con urgencia un partido político que aborde los problemas derivados de décadas de caos bélico, asistencial y regulatorio. ¿Optarán los conservadores, con su interés ocasional en un gobierno reducido, por una ideología de menor intervención para enfrentar estos desafíos? ¿Regresarán los progresistas a sus raíces clásicas?
Traducido por Gabriel Gasave
El original en inglés puede verse aquí.
Álvaro Vargas Llosa es Académico Asociado Senior del Centro Para la Prosperidad Global del Independent Institute. Sus libros del Independent incluyen Global Crossings, Liberty for Latin America y The Che Guevara Myth.
- 23 de julio, 2015
- 19 de diciembre, 2024
- 29 de febrero, 2016
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