Estados Unidos debe dejar de cobrar impuestos a sus ciudadanos que viven en el extranjero
Benjamin Franklin escribió una vez que en la vida sólo hay dos cosas seguras: la muerte y los impuestos. Para los ciudadanos estadounidenses, esto es especialmente cierto.
La red tributaria estadounidense se extiende mucho más allá de las fronteras del país y se aplica a los estadounidenses que viven en el extranjero, incluso a los que llevan décadas viviendo fuera de Estados Unidos
Estados Unidos es uno de los dos únicos países del mundo con una política tributaria global; el otro es Eritrea, en África Oriental.
La mayor parte de las naciones aplican un sistema fiscal basado en la residencia, lo que significa que las personas deben pagar impuestos al país donde residen físicamente.
Por ejemplo, si un ciudadano británico que vive en Dubai reside en los Emiratos Árabes Unidos por más de 183 días, pagará impuestos según el código tributario de los EAU, no el del Reino Unido.
Pese a que el Servicio de Impuestos Internos (IRS por su sigla en inglés) ofrece una “exclusión de los ingresos por trabajo en el extranjero” de hasta 120.000 dólares al año, cualquier ingreso más allá de este umbral se enfrenta a una doble imposición, lo que significa que una persona debe pagar impuestos tanto al país en el que reside como a Estados Unidos. Los estadounidenses en el extranjero deben presentar una declaración de impuestos anual si sus ingresos superan el umbral de declaración, que es de 13.850 dólares para las personas solteras en 2024.
Para muchos estadounidenses que viven en el exterior, esto implica que su ciudadanía estadounidense es más un pasivo que un activo. Según Forbes, de 2005 a 2009, menos de 2.500 estadounidenses renunciaron a su ciudadanía, mientras que de 2010 a 2020, el número ascendió a la asombrosa cifra de 36.840.
Uno de los motivos del incremento en el número de renuncias a la ciudadanía fue la aplicación de la FATCA, la Ley de Cumplimiento de Impuestos de Cuentas Extranjeras, en 2010. Esta ley obliga a los particulares a declarar al IRS sus activos en el extranjero si superan un determinado umbral y a los bancos extranjeros a informar las identidades de las cuentas bancarias de ciudadanos estadounidenses y los importes depositados en ellas.
Incluso el ex primer ministro británico Boris Johnson renunció a su ciudadanía estadounidense en 2016, declarando que era inaceptable gravar a los ciudadanos estadounidenses “en todas partes, sí o sí”.
Una encuesta realizada en 2024 por la empresa Greenback Expat Tax Services revela que casi 1 de cada 3 expatriados estadounidenses planea renunciar a su ciudadanía estadounidense. Esta cifra se ha incrementado significativamente en sólo un año, pasando del 20 por ciento en 2023 al 30 por ciento en 2024.
Un 37 por ciento adicional de expatriados “podría considerar” renunciar a su ciudadanía estadounidense, lo que significa que casi el 70 por ciento de los expatriados estadounidenses considera que su ciudadanía resulta de algún modo problemática.
El estudio también consultaba a quienes se planteaban renunciar cuál era su razón principal para tomar esa decisión, y “la carga de gestionar/declarar los impuestos estadounidenses” fue la citada con más frecuencia.
Adam Smith afirmaba en La riqueza de las naciones que los impuestos deberían pagarse “en proporción a los ingresos que disfrutan respectivamente bajo la protección del Estado”. Cuando los estadounidenses viven en el exterior, especialmente durante décadas, no son, en general, beneficiarios de los servicios públicos estadounidenses. No debería esperarse que contribuyan a un sistema en el cual ya no participan.
El pasaporte estadounidense es uno de los más fuertes del mundo. Permite a los estadounidenses visitar 188 países sin necesidad de obtener una visa. El Henley Passport Index lo clasifica actualmente como el 8º mejor pasaporte del mundo.
Renunciar a un pasaporte tan poderoso no es un sacrificio pequeño y las personas sólo tolerarían un proceso burocrático y financiero tan extenso si las actuales políticas tributarias mundiales fueran realmente fastidiosas.
Durante casi una década, de 2014 a 2023, el arancel a pagar por el trámite para renunciar a la ciudadanía estadounidense fue de 2.350 dólares, hasta que el Departamento de Estado anunció recientemente que rebajaba esa tasa a 450 dólares.
Tal vez esta tasa más baja implique más renuncias, pero el hecho de que el número de personas que renuncian a su ciudadanía se disparara durante el periodo con aranceles más altos indica que para los estadounidenses que quieren escapar de la carga de las leyes fiscales estadounidenses, el precio no importa.
Estados Unidos se fundó sobre el principio de la libertad. Los expatriados que se han ido de Estados Unidos han tomado la decisión de vivir en el extranjero y se les debería conceder la libertad de hacerlo sin grilletes financieros permanentes.
Traducido por Gabriel Gasave
Kristian Fors es Investigador Asistente en el Independent Institute. Tiene un máster del Moscow State Institute of International Relations (MGIMO) y actualmente está terminando su segundo máster en la London School of Economics. Le apasionan la economía de libre mercado, la política exterior y la política estadounidense.
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