Igualdad de permiso
En política escuchamos discursos sobre igualdad a cada rato: igualdad y seguridad. Cada vez que un presidente, un candidato presidencial o un político en campaña habla, insiste en que luchará por lograr un país más igualitario. ¿De qué igualdad nos hablan? El término es tan amplio que vale la pena analizarlo y comprenderlo en profundidad.
Quienes abogan por la igualdad lo hacen muchas veces sin entender el verdadero significado de este concepto en la realidad. La profesora Deirdre McCloskey, en su trilogía de libros Las virtudes burguesas, La dignidad burguesa y La igualdad burguesa, explora a fondo el significado del término igualdad, enfatizando que todos somos diferentes: venimos de distintas familias y países, y cada uno de nosotros aporta características y dones únicos. En una conferencia reciente nos habló de ello. La igualdad, en su forma más concreta, es imposible de alcanzar. Ni siquiera se puede lograr la igualdad de oportunidades, algo que muchos anhelan y sostienen que es factible. Y es que, aunque somos seres humanos con ciertas características comunes, las diferencias son mucho más notorias que las similitudes. Existen diferencias en actitudes y aptitudes, habilidades, apariencia, mentalidad, inteligencias, entre otras. McCloskey rescata a Adam Smith y argumenta que la igualdad por la que realmente debemos luchar es la de permisos, la de entrada. Una igualdad que se niega en casi todas partes del mundo, cada vez que los gobiernos imponen prohibiciones o regulaciones a sus ciudadanos.
Cuando un gobierno impone serias restricciones a sus ciudadanos les está negando la igualdad de permiso, lo que tiende a estancar el desarrollo del país. Ninguna otra forma de igualdad es posible. La única igualdad que debe prevalecer es la de permitir a cualquier persona hacer lo que desee, siempre que respete los derechos de los demás. Los países que más han progresado son aquellos que han promovido mayores libertades en este sentido. Si revisamos la historia, veremos que las naciones más desarrolladas son precisamente las que han otorgado más libertad a sus habitantes, quienes han podido emprender sin las ataduras de mayores restricciones. China, en tan solo 40 años, pasó de una pobreza abrumadora a un ingreso notablemente mayor gracias a que permitió a cualquier persona aventurarse en el emprendimiento. Sin embargo, esa igualdad para emprender está nuevamente en peligro.
Cuando los políticos hablan de igualdad, a menudo comienzan a justificar intervenciones gubernamentales destinadas a redistribuir la riqueza, quitándole a unos para dársela a otros. Este enfoque no logra la ansiada igualdad, pues este camino es en realidad ineficaz. Lo que se consigue es una reducción en la creación de riqueza y el desarrollo social. El bienestar de todos se ve afectado. Esta política genera dependencia entre unos y otros, y crea desincentivos que impactan la voluntad de seguir emprendiendo y generando bienes y servicios que la sociedad demanda.
No es la igualdad física lo que promueve el desarrollo individual ni el progreso colectivo. No es la intervención del gobierno, sino más bien lo opuesto, lo que apunta a un mayor crecimiento económico. Ni la planificación central ni los planes industriales son los que generan riqueza y bienestar. Al final de cuentas, es la igualdad de permiso lo que se tiene que favorecer. Que cualquier persona pueda llevar a cabo lo que desee, siempre y cuando respete los derechos de los demás. Para finalizar, nos debemos guiar por menos intervención estatal, mayor libertad y responsabilidad individual.
El autor es empresario, catedrático universitario y Director del Centro de Estudios Económico-Sociales (CEES).
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