No acertaron: Por qué los encuestadores juzgaron equivocadamente las elecciones de 2024 – Parte 1
La gran mayoría de los encuestadores políticos se equivocaron acerca de cuán reñidas serían las elecciones presidenciales estadounidenses de 2024, especialmente en los considerados estados clave, en los que se preveía que fueran muy peleadas pocos días antes del 5 de noviembre ¿Por qué los sondeos subestimaron salvajemente el margen de voto popular de Donald Trump y, por extensión, su dominio del Colegio Electoral?
Una respuesta es que los sondeos de opinión pública, y las encuestas en general, tienen graves defectos. A los encuestados acerca de sus preferencias por candidatos políticos o por las consecuencias de las distintas políticas, no se les pide que tomen decisiones reales sobre opciones reales. El costo de afirmar que el candidato A es preferible hipotéticamente al candidato B es esencialmente cero. No se sacrifica nada cuando el encuestado opina en un sentido y no en otro o manifiesta que está indeciso.
También sabemos que los resultados de las encuestas dependen de una precisa formulación de las preguntas. Algunas son “capciosas”, tendenciosas o vagas. El lenguaje corporal, las expresiones faciales o los tonos de voz de los encuestadores pueden influir en las creencias de los encuestados sobre las respuestas aceptables durante las encuestas en persona o telefónicas. Los sondeos de opinión realizados online plantean problemas relacionados con el tamaño de la muestra y la autoselección de los participantes.
Las encuestas fallaron estrepitosamente en el periodo previo a los comicios de 2024. Los encuestadores y los expertos políticos se equivocaron sistemáticamente al juzgar la “ola roja” que barrió la nación el 5 de noviembre, errando el tiro en la dirección opuesta a las elecciones de mitad de mandato de 2022, cuando se había anticipado una amplia victoria republicana.
Aunque los candidatos y los partidos políticos siguen de cerca las encuestas preelectorales, en el mejor de los casos son engañosas e inútiles en la práctica. No son más informativas que los “focus groups” y las encuestas de marketing que produjeron fracasos comerciales como el Edsel o la Nueva Coca-Cola.
Incluso con muestras de miles de personas en lugar de millones, ninguna respuesta determina los resultados globales de una encuesta. Los porcentajes de error en la mayoría de los sondeos de opinión suelen ser de tres puntos porcentuales en cualquier dirección.
Tampoco es probable que un voto emitido en unas elecciones democráticas masivas sea decisivo. En el momento de escribir estas líneas, más de 140 millones de votantes se presentaron a las elecciones presidenciales de 2024. Donald Trump superó a Kamala Harris a nivel nacional por unos cuatro millones de votos populares.
Es imposible decir cuál de esos cuatro millones de votantes puso a Trump “por encima”. La probabilidad de que un voto fuera decisivo o fundamental en 2024 era insignificante (aproximadamente uno entre 140 millones).
El difunto economista Gordon Tullock se basó en estas pruebas para concluir que votar en las elecciones democráticas masivas es irracional porque los costos de votar (informarse sobre los candidatos y los temas de la boleta electoral, desplazarse hasta y desde las urnas, o completar y enviar la papeleta) superan los beneficios de hacerlo para la mayoría de los votantes, medidos por la posibilidad casi nula de influir en el resultado de las elecciones. Para Tullock, la probabilidad de que un votante se decida el día de las elecciones es menor que la probabilidad de que ser impactado por un rayo en el camino hacia o desde los centros de votación o las urnas.
Sin embargo, Tullock también lanzó una agenda de investigación que concluye que votar es racional si se ve como una forma de bajo costo para expresar las preferencias políticas. Dado que un solo voto no es determinante, los votantes pueden apoyar a candidatos o políticas que no apoyarían de otro modo. Muchos votantes rechazarían una política que aumentara sus impuestos anuales en $10,000 si un solo voto determinara el resultado. Pero si la probabilidad de ser decisivo es de uno en 10,000 (0.0001)—mucho mayor que uno en 140 millones—un voto a favor de la política incrementa la factura de impuestos esperada del votante en solo $1 (= 0.0001 multiplicado por $10,000). Incluso las personas poco generosas pueden permitirse ser caritativas bajo tales circunstancias, apoyando programas y políticas que rechazarían si enfrentaran el costo completo de sus elecciones.
Las elecciones reñidas casi siempre dan lugar a impugnaciones por parte de los perdedores, recuentos de votos y otras consecuencias que introducen incertidumbre en los procesos electorales. Dicha incertidumbre hace que sea más difícil concluir que un solo voto «importará» de antemano
El punto es que las opiniones expresadas en respuesta a encuestas políticas y las decisiones tomadas en el cuarto de votación difieren sustancialmente de las decisiones corrientes del mercado, donde los costos y beneficios están más estrechamente alineados. Debido a que las personas tienen algo que perder, sus decisiones en el mercado sí revelan sus preferencias. Por lo tanto, no debería ser una sorpresa que los encuestadores que afirman predecir preferencias políticas hipotéticas a menudo se equivoquen.
Traducido por Gabriel Gasave
- 23 de julio, 2015
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