Ballotage Uruguay: entre la libertad y el despotismo
«La primera fuerza que dirige al mundo es la mentira» Jean-Francois Revel
En los escasos días que van desde la elección general, donde se impuso la Coalición Republicana por un 4% sobre la oposición del Frente Amplio, y el día de hoy, fundamentalmente en redes sociales, se ha ido imponiendo un relato, en apariencia muy simple, que consiste en sostener «que gane uno u otro no tiene importancia, porque al fin y al cabo, son lo mismo o casi lo mismo«.
Falso. Falso de toda falsedad.
Seguramente producto de las usinas ideológicas de la izquierda que, recordemos, son asesoradas directamente por el factótum del Podemos español, Pablo Iglesias, quien ha repetido como el mantra que es, que la mentira constituye la más letal de las armas políticas, intenta instalar esa supuesta igualdad de propuestas y candidatos como forma de evitar una polarización que, en primera vuelta les puso 90 mil votos abajo.
Con ello pretenden, además, aceitar y promover el transfuguismo que les es imprescindible para intentar dar vuelta el resultado. Ello, en una instancia como el ballotage donde la polarización se da per se.
La comparación como método: «La democracia en América»
En nuestro propósito de desmontar la mentira, nos valdremos exclusivamente de citas concretas y extrapolables a nuestro tiempo y circunstancias, como lo pediría Ortega, del extraordinario Ensayo del francés Alexis de Tocqueville de 1840 «La democracia en América», referido, claro está, a la por entonces jovencísima y precursora democracia en los Estados Unidos de Norteamérica.
Para ello, recurriremos a la complicidad y colaboración del amable lector, para que, en cada una de esas citas, haga el ejercicio intelectual de traspolarla a nuestra democracia, a una y otra fuerza política en disputa, y también, a uno y otro candidato.
Quede dicho, para un adecuado contexto, que, por entonces -primera mitad del Siglo XIX- la americana es la primera democracia , en tanto la propia Francia que le había seguido en el imparable ciclo de caída de monarquías e imperios, se debatía aún entre repúblicas fallidas, Imperios y restauraciones monárquicas.
Es allí, en ese tiempo y circunstancias, donde el increíble talento y lucidez anticipatoria de De Tocqueville, resplandece a punto tal de mantener, 2 siglos después, toda su increíble vigencia.
«Puesto que libertad e igualdad siempre compiten, el creciente peso de la segunda puede llevarnos a aceptar distintas formas de coerción, más o menos encubiertas, propiciando que las personas prefieran la igualdad en la servidumbre a la desigualdad en la libertad»
Al lector no le resultará difícil encontrar esta tensión en los discursos de una y otra alternativa, lo que ha sido abonado previamente con el latiguillo de los «malla oro», modo autóctono para referirse a una presunta oligarquía privilegiada en contraposición al pueblo llano, el único, en términos franceses.
Advirtiendo los peligros inherentes a las dinámicas de poder -en la que hace suya la máxima de Lord Acton «el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente»- anota que los gobiernos deben ser tolerantes con los valores del individuo, alertando sobre los peligros de las utopías colectivistas.
Vea y analice el lector, en el discurso actual tanto como en la praxis pasada, dónde y en qué fuerzas residen los peligros de las utopías colectivistas, y dónde y en cuál reside la tolerancia con el individuo.
firma el autor que la «democracia no es solo un sistema legal, sino también una cultura y una moral. Ello exige que pueblo se le instruya para que entienda que el Estado democrático no es una descomunal ventanilla de reclamaciones. Y que, siendo un proyecto común, exige también sacrificios, porque para aprovechar los bienes de la sociedad hay que someterse a sus cargas».
No le resultará difícil al paciente lector determinar si unos y otros son lo mismo o si, por el contrario, los unos creen y fomentan esa «descomunal ventanilla de reclamaciones» mientras que, los otros, pagan el precio de recordar que los derechos no son infinitos, y que, también, nos exigen obligaciones y sacrificios.
Nos advierte el autor y la vida política de los siglos siguientes confirman su extraordinaria lucidez que «el despotismo, en todas las épocas es peligroso, pero resulta particularmente de temer en los ciclos democráticos«. De Tocqueville ve cómo ese peligro acecha cuando al abrigo de la democracia, nada parece prohibido, ni permitido, ni honrado, ni vergonzoso, ni verdadero, ni falso.
Como ha sucedido en el pasado a lo largo y ancho de nuestro continente, y también en nuestro país, la proteiforme sombra de alguno de esos peligros, parece acechar tras uno de los discursos en pugna para el que el último párrafo parece escrito a propósito.
«La igualdad produce, en efecto, dos tendencias: una de ellas lleva a las personas directamente a la independencia y puede empujarlas de inmediato a la anarquía; la otra las conduce por un camino más largo, más secreto, pero más seguro, hacia la servidumbre«.
Habida cuenta de la centralidad que la dicotomía igualdad-libertad ha adquirido en el discurso opositor, toda vez que pretende instalarse la percepción que el gobierno representa la desigualdad, el lector podrá constatar fácilmente que está abonado el camino largo hacia la servidumbre de la igualdad obligatoria, empobrecedora y castradora de toda libertad individual.
El aviso está hecho
El Ensayo «La democracia en América» y el propio De Tocqueville, dan para más, muchísimo más. Sin embargo, creemos que este somero resumen de citas, nos pueden proporcionar ya un panorama bastante claro en cuanto a qué nos jugamos el próximo domingo 24 en la instancia de ballotage y por qué, resulta particularmente peligrosa la prescindencia o una supuesta neutralidad que, en todo caso, podría asimilarse a la ocurrida en Venezuela en 1998, en donde el voto en blanco y anulado fue determinante para la llegada al poder del despotismo, es decir, de Chávez.
Nuestro prócer, José Artigas, inspirado en su ideario por los Padres Fundadores norteamericanos, seguramente no llegó a leer a De Tocqueville, pero bien podría haberle inspirado la máxima que calza a la perfección con la disyuntiva que tenemos frente a nosotros: la cuestión sigue siendo entre la libertad y el despotismo.
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