Winston Churchill, un estadista para todos los tiempos
Este 30 de noviembre se conmemoraron los 150 años del nacimiento de Sir Winston Churchill. Considerado por muchos sondeos como el mejor de los británicos. Fue sin duda, un gran político y un estadista como pocos. El hombre que contuvo a Hitler en Europa y quien ganó la Segunda Guerra Mundial. Fue, de hecho, su conocimiento de la historia lo que le permitió comprender la complejidad de su tiempo de un modo lúcido, como pocos.
Intentó advertir sobre lo que se venía en Europa rechazando la “política de apaciguamiento”, pero no fue escuchado. Tenía claro que “un apaciguador es alguien que alimenta al cocodrilo, esperando que se coma a otro antes que a él”. Por lo que advirtió que negociar con antidemocráticos y totalitarios no evitaría la guerra, sino que aseguraría la humillación para luego inevitablemente tener la guerra. No se equivocó y sin embargo aún la política no comprende esto. Hoy a 150 años de su nacimiento, y alejado de su tiempo, pareciera ser la voz de la cordura para los tiempos políticos actuales.
Winston Churchill nace en una familia noble, pero nunca será un hombre de dinero. No será buen alumno en el colegio y su disciplina será cuestionada. Ni siquiera su padre tendrá confianza en las capacidades de su hijo. Pero, todos se equivocaron. Será un coloso. Entrará a la carrera militar y rápidamente pasará temporadas en Cuba, India, Sudán y Sudáfrica, empapándose de experiencia y teniendo una mirada crítica del actuar del Imperio Británico. Considerará que hay que ser magnánimo en la victoria si lo que se busca es la paz. Durante la Primera Guerra mundial tendrá su primera muerte política, pero se reinventará. Comprenderá que el Tratado de Versalles no garantizará la paz, sino que asegurará la guerra. Lo calificará como “un armisticio de 20 años”. Tenía razón, vendrá la Segunda Guerra Mundial.
Tras ser miembro del Parlamento en varias ocasiones, en los períodos fuera de la política se dedicará a estudiar y escribir. Trabajará toda su vida preparándose para lo que estaba por venir. Será un intelectual estudioso. Un trabajador incansable. Para evitar la depresión y el aburrimiento escribirá toda su vida, lo que lo hará más adelante merecedor del Premio Nobel de Literatura. Es ese conocimiento histórico lo que le permitirá ser un gran estadista, desde el pasado comprenderá el presente y proyectará el futuro. Escribirá sobre la Primera Guerra Mundial e investigará sobre la vida y tiempo de su pariente Sir John Churchill, quien vivió y peleó contra Luis XIV. Es esto lo que le permitirá comprender qué es lo que buscaba Hitler. Son estos estudios y lecturas lo que le permitirá ver, lo que la mayoría no veía.
Su carrera política estará constituida por ideas claras y distintas. El creerá en la libertad, tanto de comercio como personal. Por eso siendo conservador romperá con su partido por no creer en el libre comercio y luego romperá con los liberales por financiar a la Unión Soviética, país antidemocrático y antiliberal. Inicia como conservador, pasa una etapa como liberal y vuelve a ser conservador. Por lo mismo dirá: “Algunos hombres cambian de partido por el bien de sus principios; otros cambian de principios por el bien de sus partidos”. Sus convicciones serán más importantes. Por lo que agregará, “¿Tiene enemigos? Bien, eso quiere decir que usted ha defendido algo con convicción, en algún momento de su vida”. Era esta defensa lo que lo movía y afirmaba: “Un hombre hace lo que debe, a pesar de las consecuencias personales, a pesar de los obstáculos, peligros y presiones, y eso es la base de la moral humana”.
Tenía claro qué es lo que había que hacer y se dedicará a realizarlo. Para él el precio de la grandeza era la responsabilidad. Por lo mismo entendía que la estrategia aunque hermosa, debía ver resultados. Y comprendía que el problema de su tiempo ya era que “los hombres no buscaban ser útiles, sino importantes”. Ya los políticos querían servirse antes que servir, teniendo en cuenta que era un tiempo en que la política no era una actividad pagada, por lo que quienes la ejercían debían trabajar en forma paralela o tener los recursos propios para poder dedicarse a esta.
Su síntesis de la acción política era: “En la guerra, resolución. En la derrota, desafío. En la victoria, magnanimidad. En la paz, buena voluntad”.
Sin duda hoy se sorprendería del bajo nivel de la política. La falta de preparación y conocimientos le parecerían algo inmoral. La banalización de los cargos y el poco cuidado en las formas, le haría ver cómo la forma habla del fondo. Una política podrida en la que el deseo de gloria personal y beneficio propio se imponen por sobre el servicio. Y aunque la degradación en preparación, conocimientos y dignidad es lo que pareciera imponerse, algo permanece, precisamente, la gran falencia de la política.
Como siempre la falta de convicciones hace que los actores “zigzagueen” y cambien de ideas por el bien de los partidos y estén dispuestos a renunciar a cosas esenciales por cuotas de poder. Creer que los acuerdos “per se” son buenos, es un gran error, ya que un mal acuerdo es siempre algo peor que no llegar a acuerdos. Y tal vez, lo que más le impresionaría es cómo los “apaciguadores se han impuesto”. No podría creer cómo, a pesar de lo vivido en la historia, hay quienes están dispuestos a negociar con los “cocodrilos”, esperando que se coman a otros antes que a ellos.
Evidentemente Maquiavelo tenía razón, moral y política suelen estar separados. Cómo hacen falta buenos políticos y sabios políticos. Winston Churchill tiene algo que decirnos hoy, escuchémoslo.
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