Uruguay: Un estado de confusión permanente
¿Se puede replicar la experiencia «liberal – libertaria» argentina en Uruguay? Dependerá de muchos factores. Modelo para armar.
En primer lugar, debe precisarse que no existen en el mundo gobiernos liberales. Lo que sí existen son gobiernos que utilizan más o menos instrumentos económicos liberales para ganar elecciones y/o administrar un país. Son muy ínfimos los casos, más allá de lo declarativo, en que la libertad esencial de las ideas liberales es aplicada como modelo de gobierno. Busquen, y nos cuentan.
En segundo término, “las personas actúan sobre la base de sus necesidades, deseos y recursos”. Las sociedades, es decir, el conjunto de esas individualidades, se mueven de acuerdo a la circunstancial mancomunidad de sus integrantes. Por lo que no es «llenándole la cabeza a la gente» como se generan cambios sociales. Más adecuado sería interpretar sus necesidades y transformarlas en una acción conjunta.
Argentinian experience
Durante las últimas décadas Argentina fue gobernada por administraciones populistas. Hubo escasos intentos de administraciones conceptualmente socialdemócratas. Experiencias fallidas como las de Illia y Frondizi, y la experiencia alfonsinista que desembocó en la peor frustración social y económica de la historia reciente.
Los intentos naufragaban ante la presión del populismo por recuperar el poder, la propia inconsistencia de los empeñosos demócratas y el mayoritario desdén social. Cada derrota era seguida de largos períodos de exultante y cada vez más autoritario populismo. Los sectores medios de la sociedad descubrían, dolorosamente, que el costo de la gran fiesta de los deditos en V se pagaba con mayores impuestos y regulaciones, con endémica alta inflación y otras exacciones estatales.
Pero las derrotas civiles gestan «incomodidades sociales». Y fue el tiempo de la presidencia de Mauricio Macri en 2015. No obstante, las derrotas previas habían hecho mella. Ya no se exigía un crecimiento económico sostenido en un marco de libertad. Apenas si se aspiraba a un módico tiempo normal, tranquilo, no mucho más que eso.
El ingeniero no supo o no pudo. Quizás se rodeó de malos administradores o los prefirió por sobre otros que encresparían las aguas. Lo concreto es que se optó por cultivar «buenos modales» socialdemócratas y cocinar todo a temperatura media. La historia enseña que la cautela no genera héroes. El retorno del populismo en 2019, tras la nueva frustración social, alumbró al «Ave Miller» actual. (nota: «Ave Miller» es una definición graciosa de sus militantes hacia Javier Milei).
Ya no quedaba espacio para los buenos modales. El hartazgo, la desazón social y la rabia contenida encontraron en el excéntrico libertario una válvula de escape. Los muchachos irrumpieron en el palacio, como en la película Octubre, del ruso Sergei Eisenstein. Sin disparos, solo puteando a diestra y siniestra (y nunca mejor aplicado el dicho que en este caso). El tropel se regodeaba acariciando el inodoro de la zarina. No entendían para qué servía.
Buena parte de la sociedad disfrutó del espectáculo. Especialmente los sectores medios que muestran su animadversión hacia los socialdemócratas que no supieron o no quisieron hacer. Los sectores más pobres e indigentes celebraron por su natural e inducido desprecio hacia el resto de la sociedad, a la cual consideran culpable de su situación.
Como vemos, en ningún caso hubo ideología. Ni en aquellos asaltantes del palacio de invierno, ni en estos sectores que hoy apoyan al «Ave Miller». Que en definitiva son los mismos votantes desencantados de la socialdemocracia, junto con populistas oportunistas. Nada nuevo bajo el sol. Por lo que representa un doble llamado de atención. En la medida en que esos sectores no vean recompensado a la brevedad su apoyo, es posible que su frustración depare otras sorpresas. En tanto, la falta de convicción ideológica hizo que se colaran muchos soldados del populismo en la gestión libertaria, y todavía están.
Uruguayan experience
En Uruguay la situación es cualitativamente diferente. La mayoría de la población mantiene un fuerte sentimiento estatista, al tiempo que no acumula tan dramáticas frustraciones. No obstante, se estaría gestando una cierta y difusa «incomodidad social». Identifico tres factores, quizás ustedes detecten más.
- Uno, es la reciente frustración socialdemócrata. Es cierto que en general se hizo una buena presidencia… para un país como Suiza, pero somos Haití. No fue responsabilidad de «la gente que no entendió», el problema estuvo en lo que no se quiso o dejó de hacer. Ya hay algunos conciliábulos sobre ello.
- El segundo, fue la descarada utilización del lema Coalición Republicana (CORE) como un recurso «in extremis» electoral y no como confluencia de ideas. Fue revulsivo y generó rechazos.
- El tercer factor es lo que ya está aportando la futura gestión populista aún a dos meses de asumir.
Desconozco cómo evolucionará la dinámica social. Solo describo elementos de análisis. Lo que queda en claro es que las primeras líneas de los partidos fundacionales se muestran reacias a los cambios. Es entendible que añoren la mística de enarbolar ponchos de un color u otro galopando por las cuchillas. Pero eso no pasará. Fueron días de gloria y parte importante de nuestra historia, y ahí quedarán.
Recordemos algo básico, lo del comienzo; «las personas actúan sobre la base de sus necesidades, deseos y recursos». Si los políticos escucharan, entenderían que la gran mayoría de las personas solo pretende trabajar para poder mejorar su calidad de vida, nada más. La alta política «no lo estaría viendo», al decir libertario. Dependerá, entonces, de que sus partidarios les expliquen por donde va el futuro.
Julio E. Suárez, el genial historietista uruguayo, más conocido como “Peloduro”, tenía una frase con la que cerraba sus notas; «creer y/o reventar». Con su permiso, maestro.
- 23 de julio, 2015
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