¡Pobres venezolanos!
«La sangre y el poder embriagan, engendra el embrutecimiento y la insensibilidad; la inteligencia y el sentimiento son capaces de encontrar naturales y hasta placenteras las mas anormales manifestaciones. El hombre y el ciudadano mueren en el tirano para siempre; y restituirse a la dignidad humana, al arrepentimiento, a una nueva vida es ya para él casi imposible”. – Fedor Dostoievski
En Venezuela muchos han vuelto a perder la esperanza. Creyeron que con la población en las calles pidiendo se respetara el resultado electoral y con el apoyo de países extranjeros, sobrevendría un período de transición hacia la democracia. Pero la fuerza pudo más. El dictador Nicolás Maduro asumió sin que el presidente electo, Edmundo González Urrutia, pudiera poner un pie en el país.
Ahora se suma el terror, el método utilizado por todos los regímenes autoritarios, y más aún por los totalitarios, a los que Maduro no tardará en imitar al pie de la letra. Se ha dado cuenta que no puede permitir ninguna clase de oposición, ni libertad para la opinión pública, tampoco políticos que le hagan sombra. Prevé avanzar con penas de 30 años para los opositores y prohibir a los partidos que no lo reconozcan, quiere ir, en los hechos, hacia el partido único.
Es así como el centro penitenciario de Caracas, el Helicoide, está lleno de presos políticos y personas que se han animado a criticar al régimen, dicen que más de 2.000; no son iguales ante la ley, son juguetes de mentes perversas que disfrutan haciendo sufrir a quienes desean decir lo que piensan.
La historia no se repite, pero el hombre sí: como en la URSS y en Alemania nazi, la vida humana no importa, la dignidad humana desaparece.
Los castigos convierten a los presos por medio del mismo método, el terror, en animalitos de circo donde solo se debe obedecer al amo.
Semejanzas
Allí donde el socialismo se pone en práctica produce la persecución y consolidación de los órganos de coerción, no se respeta a nada ni a nadie, solamente importa mantenerse en el poder. La historia lo mostró: el socialismo marxista, como el nacionalsocialismo o el fascismo, en muchos de sus rasgos, tienen una semejanza asombrosa. Se termina con la propiedad privada, en los hechos o por ley, ello hace que el Estado crezca a niveles elevadísimos, tanto que termina con la sociedad civil, la tortura se hace rutinaria para los enemigos políticos y para la gente común que no apoya.
La presión internacional no debería desmayarse por el silencio forzoso que puede conseguir el gobierno venezolano, tiene que insistir y utilizar todos los medios posibles, para que Nicolás Maduro, Diosdado Cabello, y otros asesinos que oprimen Venezuela, se vean forzados a entregar el Gobierno. No permitir que conviertan al Estado en amo y señor de la sociedad, como trata de hacerlo Daniel Ortega y su pareja Rosario Murillo en Nicaragua, con evidente éxito.
Pueda ser que la lamentable situación de Venezuela, sirva a los argentinos para entender el valor de la democracia, sistema al que los Kirchner han enseñado a despreciar.
Actualmente, hasta jóvenes que se llaman liberales hablan más de movimiento que de democracia, la menosprecian, no entienden su importancia. Olvidan que es producto de la economía de mercado y del perfeccionamiento de la propiedad privada, proceso que viene desde Grecia antigua.
La pluralidad de poderes que estos fenómenos originan, lleva necesariamente a la creación de emprendimientos políticos, éstos producen el sistema de partidos, instrumento funcional que permite a la sociedad civil resolver y mostrar sus conflictos, demandas y problemas. El Estado les da el marco para solucionarlos o normalizarlos, tentativamente, mediante la acción electiva.
Al Capitalismo, aparecido a mediados del siglo XIX, se le debe la institucionalización del mercado del voto, y de su expansión, gracias a la ampliación de la democracia.
Lucha cultural
Los argentinos necesitamos alcanzar logros que beneficien a toda la comunidad, con líderes que defiendan las ideas de justicia y libertad, que vean más allá de los problemas cotidianos y que legislen con la mente clara y fría para tomar decisiones responsables. Para ello es preciso que la mayoría comparta los mismos valores, lo que implica una lucha cultural de largo plazo.
Se depende para ello del Congreso, el libro, la prensa, los medios de comunicación, el ámbito complejo donde deben discutirse. No se tendría que incentivar que se critique y solicite, con el peligro que ello suscita, la destrucción de instituciones esenciales, argumentando que sus miembros son corruptos o inoperantes.
Debilitar al sistema de partidos como procuran algunos sectores, llevaría a un sistema autoritario: las demandas sociales se quedarían sin el intermediario funcional que permite la existencia de un sistema democrático. Prepararíamos el camino a posibles monstruos como ocurre hoy en Venezuela.
El poder tienta, es difícil resistirse a ese diablo, por eso mismo, la opinión pública o el sistema de partidos son fundamentales, también políticos profesionales que deseen servir a la comunidad, por lo menos que posean la sensatez necesaria para aproximarse, en lo posible, a ese ideal. Hay de los otros, los que aspiran solo al poder, de los cuales Cristina Kirchner es modelo, pero en una sociedad abierta se los puede identificar.
Sin democracia
Venezuela, Cuba, Nicaragua, entre otros países, nos muestran que la muerte de la democracia permite innumerables crímenes, falta de libertad y métodos totalitarios para unificar la opinión. También infinidad de refugiados en otros países, los cuales, en muchos casos, arriesgan su vida para vivir en libertad; las cárceles se llenas de opositores, muchos rehenes, a los que se los convierte, como lo hace Hamas con Israel, en piezas de canje.
El sistema democrático es el único medio, aunque imperfecto, de resolver los problemas en paz: ayuda a controlar el poder, a denunciar y distinguir la corrupción; nos brinda más libertad y seguridad para enfrentar los problemas y, además, nos permite gozar más y mejor de las oportunidades que nos ofrece la vida.
Por otro lado, existe el riesgo de elegir lo peor, como pasó varias veces en Venezuela… también en Argentina: fuimos engatusados por los cantos de sirena de políticos populistas. Ellos dicen que la libertad es divisible, es así como terminan con la libertad económica, de allí hay solo un paso para acabar con la libertad política y otras libertades.
Si aceptamos ser liberales en política y socialistas en economía, estamos aceptando una fórmula inadecuada para combatir las dictaduras y los totalitarismos. Abrazamos el voluntarismo político en vez de las leyes de la economía, ello produce fracaso económico y desorden social, termina con los antídotos necesarios para combatirlos.
Recordemos la hiperinflación alemana de 1921 a 1923, la cual terminó con la República de Weimar, ejemplo que conocemos todos porque ensombreció al Mundo. Estamos saliendo de esa fatídica fórmula que, bien podía, habernos llevado a los mismos sufrimientos de Venezuela. No hay que olvidarlo, ni los argentinos ni el Gobierno, debemos mantener el pasado vivo en la memoria para poder seguir superándolo y no caer, otra vez, en la misma trampa.
La autora es historiadora, analista política y periodista. Autora de “El Crepúsculo Argentino. Lumiere, 2006. Miembro de Número de la Academia Argentina de Historia.
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