El caso DeepSpeek es solo el comienzo
DeepSeek, una IA generativa china de alto rendimiento y bajo costo, desencadenó un auténtico terremoto en los mercados financieros. Desde los valores tecnológicos hasta las empresas energéticas, todo un ecosistema se derrumbó bajo el peso de una inesperada redefinición de las expectativas y las inversiones. Lo que pasó el fin de semana y el lunes no estaba para nada anticipado. De hecho, el VIX -el “índice de miedo bursátil”- subía cerca de un 50% desde 14 a más de 22 en pocas horas.
Por cierto, demostrando algo que es muy importante destacar: es imposible pronosticar al mercado que actúa siempre en tiempo real y de manera completamente autónoma y espontánea, de aquí que sea imposible planificarlo, y por eso los planificadores estatales siempre yerran.
Los beneficios de las “siete magníficas” (Apple, Microsoft, Alphabet, Amazon, Nvidia, Meta y Tesla) crecen aproximadamente a la mitad de como lo hacían a principios de 2024 mientras que, por otro lado, el ratio de P/S (Precio/Ventas) se ha duplicado desde los mínimos de 2022, y el Bloomberg Magnificient 7 Index ha subido cerca de un 260% hasta el cierre del viernes.
En este contexto de exuberancia propia de los mercados bursátiles rebosantes de entusiasmo, con acciones de las “siete magníficas” creciendo muy fuerte gracias a los desarrollos de la IA, pasamos de una atmósfera de «hasta el infinito no paramos» a otra del “apocalipsis now”, sin explorar todos los matices intermedios, con una importante purga entre las empresas expuestas.
Los analistas financieros tienden a hablar de una «evolución de DeepSeek» más que de una «revolución». Básicamente, el hecho de que se haya desarrollado un modelo de alto rendimiento a menor costo no significa que la inversión en IA vaya a detenerse. Pero este episodio ilustra el peligro del pensamiento único y el sesgo de confirmación en los mercados ahora que los chinos lo han hecho más “abierto”, más barato y en menos tiempo.
El caso DeepSeek derrumba la falacia de las “leyes” estatales de “Propiedad intelectual” o “Copyright” según la cual la tecnología no avanzaría sin estas leyes, ya que nadie invertiría en investigación si cualquiera puede robarles las ideas. DeepSeek es de código abierto y ha puesto en jaque a toda la IA de los EE.UU. Y el mismo Android, que es un sistema operativo móvil, desarrollado por Google basado en Kernel de Linux y otros softwares de código abierto, no exige pago por su uso y, precisamente, gracias a que es libre se ha desarrollado superando ampliamente a toda la competencia.
Como está demostrando esta empresa china, por el contrario, la tecnología avanza con mucha más rapidez si existe libertad, es decir, si no existen los monopolios de ideas que otorga el Estado a los que primero llegan a la oficina estatal de patentes.
Las leyes sobre derechos de autor o “Copyrights”, que crean una propiedad, son una violación de las reglas morales del mercado y garantizan monopolios con la excusa de que la libre circulación de ideas originales desincentivaría la creatividad, cuando, por el contrario, la libertad provoca que, sobre trabajos ya realizados, se sumen otros impulsando el desarrollo.
El mercado es el que determina a quién corresponde cada cosa. Por ejemplo, al comprar un automóvil, el vendedor lo entrega a cambio de un dinero. Así, con estas relaciones pacíficas y voluntarias, se define la propiedad. Porque si resulta de una ley coactivamente (vía monopolio de la violencia estatal) impuesta, significa que no se daría naturalmente y, por tanto, es ilegítima y viola la verdadera propiedad.
Estas leyes estatales solo otorgan un monopolio al más rápido o al más pillo. Por caso, según los historiadores más serios, Thomas Edison era un ‘patentador serial’ con el fin de hacer fortunas. Patentó unos mil inventos y no es creíble que fuera tan genial. De hecho, la lámpara incandescente solo fue perfeccionada por él y patentada en 1879. Heinrich Goebel fabricó lámparas tres décadas antes, mientras que el británico Joseph Swan obtuvo la primera patente en Gran Bretaña, en 1878, y llevó a su plagiador, Edison, a las cortes británicas, que le dieron la razón.
Unos años atrás el portavoz de Facebook dijo: “se trata de una práctica común registrar patentes para proteger las agresiones de otras compañías… es meramente especulativa». Claramente, con su enorme capacidad de cabildeo patentan todo lo que pueden y así bloquean que otras empresas más pequeñas puedan desarrollar estas ideas.
Otra reacción insólita es la de algunos que proponen terminar con el monopolio de algunas redes sociales, por caso, Facebook, demandando al Gobierno que la obligue a vender WhatsApp, Instagram y Messenger, entre otras medidas. Sin duda existe un monopolio que no le hace bien a la libertad de expresión, pero se soluciona al revés, no coartando sino dando más libertad al mercado, a las personas.
Es que los problemas de la libertad se solucionan con más libertad, y se empeoran con menos. Porque, como la falta de libertad se debe al poder policial del Estado, a la violencia que siempre destruye, cuanta más libertad, menos violencia y más se desarrolla la sociedad.
Resulta que los monopolios -y los carteles- nunca son naturales. No existe sector empresario, en ningún lugar geográfico, que no tenga competencia directa, indirecta o sustituta según se den los casos, en tanto el Estado no lo impida coactivamente. Aunque resulte difícil imaginar, no existe razón técnica para que no existan dos superautopistas paralelas (de hecho, existen, por caso, la autopista del Mediterráneo), o los trenes de distintas compañías privadas que circulan por la misma vía en España.
La injusticia surge cuando el Estado impone una “exclusividad” para determinada empresa, impidiendo el desarrollo natural, espontáneo del mercado. Y eso son las leyes sobre patentes. Como si las ideas tuvieran dueño, el primero que acuda a la oficina burocrática, se queda con el monopolio de esa idea.
La propiedad, al ser de orden natural, surge espontáneamente del mercado —de las personas—, de modo que si el Estado impone coactivamente una supuesta propiedad evitando su libre —natural— disponibilidad para el resto, está creando el monopolio del usufructo de una idea para un solo beneficiario. Las patentes y ‘copyrights’ deben definirse dentro del mercado como acuerdos voluntarios, terminando con los poderosos monopolios de las redes sociales y tantos otros.
Como frutilla de postre, señalemos que, gracias a las leyes de copyright que benefician a empresas como Facebook o Microsoft, por caso, se formaron fortunas que no son propias de un mercado natural, sino el resultado de empobrecer al resto que debe pagar por ciertas ideas.
El autor es miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California
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