¿Existe una nueva derecha unida?
El surgimiento de líderes de derechas en diversas partes del mundo y su contraofensiva contra el wokeismo, las élites globales y el liberalismo ha dado lugar a una narrativa según la cual la “extrema derecha”, la “derecha nacionalista” o la “derecha populista” (como quieras llamarlos) se encuentra asumiendo el relevo de la izquierda y estableciéndose como la fuerza dominante en Occidente y su periferia. El argentino Javier Milei, por ejemplo, ha hablado de una “internacional de derechas”, mientras que varios oradores en una reciente reunión de “Patriotas por Europa”, un bloque parlamentario integrado por varios partidos europeos en Bruselas, celebrada en Madrid, hablaron de una nueva era.
No obstante, esta línea de pensamiento y discurso público da la falsa impresión de que las nuevas fuerzas de la derecha que están ganando atención en todo el mundo occidental son homogéneas e ideológicamente compatibles y comparten la misma visión. Nada podría estar más lejos de la realidad. Independientemente de lo que se piense de ellos, Milei es un partidario del libre mercado que cree en el libre comercio y quiere abolir el banco central, mientras que Donald Trump cree en los aranceles y otras barreras al comercio, y piensa que la política monetaria debe ser un instrumento político de los objetivos económicos fijados por el gobierno. El húngaro Viktor Orban es un gran crítico de Ucrania y del presidente Zelensky, así como un admirador del ruso Vladimir Putin, mientras que la italiana Giorgia Meloni ha dado su apoyo incondicional al gobierno de Kiev frente a Rusia. El británico Nigel Farage, líder de Reform UK, un feroz crítico de la Unión Europea, fue determinante en la decisión de su país a favor del “Brexit” (en la actualidad impide que el actual Primer Ministro Keir Starmer dé un impulso a la relación de su país con el continente), mientras que la primera ministra de Italia se ha convertido en muchos aspectos en la niña mimada de la U.E. Marine Le Pen, la líder de la derecha nacionalista francesa, ha atacado la política económica de Milei (repitió en la cumbre de “Patriotas por Europa” que su visión económica es opuesta a la que defiende el argentino), mientras que algunos de los participantes en la reunión de Madrid, incluido Orban, defienden en cierta medida el libre comercio y se verían gravemente perjudicados si Trump cumpliera su promesa de imponer aranceles a Europa.
La mayoría de estos líderes se oponen a la inmigración y al wokeísmo, se declaran guerreros culturales contra la izquierda y están dispuestos a pasar por alto sus profundas diferencias doctrinales e ideológicas a fin de reforzar sus propias posiciones en casa y conjurar una visión de la inevitabilidad universal de la toma del poder de la derecha. Es innegable que la izquierda atraviesa una grave crisis (enteramente provocada por ella misma), pero difícilmente se puede hablar de una nueva derecha en el sentido de un frente unido compuesto por individuos de ideas afines que persiguen un mismo objetivo (que no sea ganar y conservar el poder).
Una de las características del populismo actual (a diferencia, por ejemplo, del populismo de los Padres Fundadores en Estados Unidos) es precisamente su imprecisión ideológica y su nebulosidad en cuanto a los modelos socioeconómicos y las ideas que representa. Ahí radica su principal ventaja política (tu atractivo es potencialmente mucho mayor si puedes cambiar tus principios con frecuencia y adaptarlos a lo que esté de moda o si puedes contradecirte constantemente), pero también su debilidad.
Cuando lo único que tienes son impulsos tribales y la capacidad de polarizar la opinión pública, y careces de una visión doctrinal o ideológica coherente, estás destinado a aplicar políticas que son, en última instancia, incompatibles entre sí y que, eventualmente, no lograrán producir los resultados que garantizarían un largo reinado en la política. Si reduces los impuestos pero aumentas el gasto, o desregulas algunas áreas de la economía pero restringes el comercio internacional, o intentas reducir el gasto pero persigues una política monetaria laxa, o te asocias con regímenes antiliberales mientras debilitas a los liberales, el resultado, muy probablemente, será decepcionante, sin contar el riesgo de socavar gravemente la democracia liberal del Estado de Derecho en favor del autoritarismo.
Traducido por Gabriel Gasave
- 16 de junio, 2012
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