Declaración sobre el comercio y los aranceles

El economista Donald Boudreaux, el historiador económico Phil Magness y un grupo de economistas redactaron la “Declaración sobre el comercio y los aranceles: Un pronunciamiento sobre los principios de la prosperidad estadounidense”para advertir sobre las nefastas consecuencias de las políticas proteccionistas actualmente en vigor.
Declaración sobre el comercio y los aranceles
Proclama sobre los principios de la prosperidad estadounidense
La prosperidad de Estados Unidos está hoy, como siempre lo ha estado, enraizada en los principios del espíritu emprendedor y el intercambio económico voluntario. Durante 250 años, Estados Unidos de América ha demostrado al mundo que un pueblo al que se le permite innovar y producir con libertad para sí mismo, y para todos aquellos que comercian con él, disfrutará de una creciente abundancia, de niveles de vida más altos y de una mayor seguridad tanto económica como militar.
Desde que llegó al poder en 2025, la Administración Trump ha adoptado fuertes aranceles proteccionistas mediante decretos ejecutivos unilaterales. Estas medidas han generado incertidumbre y caos en la economía global a través de tasas arancelarias sumamente volátiles y órdenes en constante cambio. En conjunto, imponen el mayor incremento de impuestos al comercio en casi un siglo. Los defensores de los aranceles presentan estas medidas como actos de ‘liberación económica’. Sin embargo, los aranceles invierten los principios de libertad que marcaron el inicio a una era de libertad humana y prosperidad liderada por Estados Unidos.
Los Padres Fundadores de Estados Unidos rechazaron la concesión de favores políticos y la imposición del mercantilismo. En 1774, en sus instrucciones a los delegados de Virginia ante el Congreso Continental, Thomas Jefferson los instó a defender el derecho de los colonos americanos a “ejercer un comercio libre con todas las partes del mundo”. Dos años más tarde, la Declaración de Independencia enumeró las causas que impulsaron a aquellas colonias a la revolución, entre ellas la protesta contra el rey Jorge III “por obstruir nuestro comercio con todas las partes del mundo”.
Hoy nos enfrentamos a una serie de acciones ejecutivas basadas en afirmaciones que:
- tergiversan la historia de nuestra nación,
- malinterpretan la condición económica actual del país,
- diagnostican erróneamente la naturaleza de los males económicos de nuestra nación, y
- reniegan de principios económicos básicos, ampliamente aceptados y arraigados desde hace mucho tiempo.
Nosotros, los abajo firmantes, consideramos necesario ofrecer las siguientes observaciones correctivas sobre los fundamentos de la prosperidad estadounidense, fundada en los principios de “paz, comercio y amistad sincera con todas las naciones”.
- Una abrumadora cuantía de evidencia económica demuestra que la libertad de comercio se encuentra asociada con mayores ingresos per cápita, tasas de crecimiento económico más rápidas y una mayor eficiencia económica.
- La economía estadounidense es una economía global que utiliza casi dos tercios de sus importaciones como insumos para la producción interna.
- Los aranceles de la actual administración están motivados por una comprensión errónea de las condiciones económicas que enfrentan los estadounidenses comunes. Anticipamos que los trabajadores estadounidenses cargarán con el peso de estas políticas erróneas en forma de aumentos de precios y el riesgo de una recesión autoinfligida.
- Contrariamente a los temores generalizados, los déficits comerciales de Estados Unidos no son prueba de un declive económico del país ni de prácticas comerciales desleales en el extranjero. Estos “déficits” tampoco perjudican a la economía estadounidense. De hecho, ocurre todo lo contrario. Los déficits comerciales de Estados Unidos reflejan la gran confianza de los inversores globales en la economía nacional. Y estas inversiones, a su vez, fortalecen aún más la economía productiva y la demanda del dólar estadounidense.
- Las tasas arancelarias “recíprocas” que Estados Unidos está amenazando con imponer —y ya impuso— a otros países se calculan utilizando una fórmula errónea e improvisada, sin fundamento en la realidad económica. Estos cálculos se desvían de los métodos establecidos para determinar aranceles recíprocos, tal como lo especifica la Sección 301 de la Ley de Comercio de 1974.
- Las políticas proteccionistas de la actual administración repiten los errores catastróficos de la Ley de Aranceles Smoot-Hawley de 1930, a la cual se opusieron 1,028 economistas. Estos académicos comprendieron que los aranceles proteccionistas provocarían una guerra comercial de represalias, exacerbando así la misma Gran Depresión que se pretendía resolver con ella. Tasas arancelarias similares a las de la Ley Smoot-Hawley están siendo impuestas en una economía global mucho más integrada, con el riesgo de un resultado igualmente devastador para los estadounidenses de a pie.
- El “poder de imponer y recaudar impuestos, aranceles, tributos e impuestos especiales” estaba constitucionalmente reservado al Congreso como representante directo y explícito del pueblo. Los aranceles del 2 de abril se han establecido sin el consentimiento de ese órgano y sin ningún principio rector inteligible. En su lugar, el juicio y la legítima facultad reservada al Congreso, y por tanto al pueblo, han sido sustituidos por decretos ejecutivos unilaterales, justificados por improvisadas declaraciones de emergencia en virtud de una normativa que ni siquiera contempla la autorización de aranceles. Esta apropiación de poder es inconstitucional.
La ventana para revertir estas políticas incoherentes y perjudiciales se está cerrando. No obstante, mantenemos la esperanza de que los principios económicos sólidos, la evidencia empírica y las advertencias de la historia prevalezcan sobre las mitologías proteccionistas del momento.
Como economistas, invitamos a la opinión pública estadounidense, y de hecho al mundo entero, a unirse a nosotros en el rechazo de esta senda equivocada de perjuicios inducidos por los aranceles. En su lugar, reiteramos nuestro compromiso con los principios fundamentales articulados por George Washington en su Discurso de Despedida:
“La armonía y el trato liberal con todas las naciones son recomendados por la política, la humanidad y el interés. Pero incluso nuestra política comercial debería mantenerse con una mano equitativa e imparcial; sin buscar ni conceder favores o preferencias exclusivas; siguiendo el curso natural de las cosas; difundiendo y diversificando, por medios suaves, los cauces del comercio, pero sin forzar nada”.
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Puedes acceder a la Declaración en inglés aquí y, si estás de acuerdo con ella, firmarla.
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