Holodomor: un genocidio cometido por el comunismo
Fundación Libertad, Rosario
Corría el invierno de 1932 y resultaba imposible escapar del territorio ucraniano. Los soviéticos habían bloqueado las salidas, ya no quedaban provisiones ni comida para sobrevivir. Así y todo, Stalin –ante la posibilidad de perder Ucrania y tras el desarrollo de su plan de colectivización de la agricultura- ordena la confiscación de todo el grano restante en Ucrania, al igual que la obligatoria entrega de los medios de producción al Estado soviético. Fue entonces que inició el hambre en Ucrania.
En menos de un año más de siete millones de individuos fueron asesinados por Iósif Stalin. Esta aterradora cifra fue el resultado de un plan de exterminio llevado a cabo por la ideología comunista en territorio ucraniano entre 1932 y 1933, una matanza masiva de la que muy pocos hablan: el Holodomor.
Las tropas soviéticas –más específicamente la NKVD (“Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos”)- se encargaban de sacar los cadáveres de las casas ucranianas e intercambiaban no más de 200 gramos de pan por cada cadáver entregado.
Diversos relatos de los sobrevivientes del Holodomor afirmaron que las tropas comunistas de Stalin enterraban gente viva, mientras observaban el modo en que se movía la tierra. Para aquél entonces los asesinatos en masa ya eran una práctica común del comunismo.
Esto explica por qué morían de hambre más de 7 millones de personas en Ucrania, mientras que el nivel de exportación del cereal ucraniano al mundo había aumentado a su máximo punto.
Nadie recuerda -y mucho menos juzga- este fragmento de la historia comunista. Sucede todo lo contrario: nos encontramos con abundantes individuos que celebran el comunismo sin conocer la perversidad de la ideología y las muertes que lleva consigo.
Esas 7 millones de víctimas ucranianas, sin contar que el número de muertes en manos de Stalin supera los 23 millones, jamás tuvieron un recordatorio o conmemoración. Simplemente fueron enterrados en fosas comunes y anónimas. Pareciera ser que las víctimas del comunismo han sido borradas de la historia mundial.
Tanto los que se denominan “socialistas” o “comunistas” como una gran parte de los académicos e intelectuales no suelen hacer comentarios acerca de estos sucesos.
El mismo rey de los comunistas, Fidel Castro, afirmó que el comunismo y el socialismo eran exactamente la misma cosa. Ambos buscan crear un “hombre nuevo” mediante su sistema de ingeniería social. Y fueron ellos, los socialistas o comunistas (como prefiera llamarles), quienes defendieron abiertamente los genocidios del siglo pasado.
Resulta extraño que aquellos que reivindican dichas ideologías se aterren o asombren de los inhumanos planes de exterminio de Hitler. Generalmente suele olvidarse que los nazis eran socialistas nacionales y los soviéticos socialistas internacionales. Sin dudas no desean ver ni asumir que el nazismo es un sinónimo más de la ideología que tanto defienden en Venezuela, Cuba o Corea del Norte.
¿Cómo es posible que vivamos en un mundo donde todavía abundan tantos románticos del comunismo? Dicha ideología en cualquiera de sus diversas formas debería ser condenada socialmente del mismo modo en el que se condena al nazismo alemán.
Resulta común que los jóvenes de hoy hagan bromas con los símbolos del pasado. Usar una remera con la cara del “Che” Guevara, alabar a las dictaduras de Cuba y Venezuela, jugar con los símbolos soviéticos o festejar el encarcelamiento de Leopoldo López o Antonio Ledezma, es casi lo mismo que usar una esvástica nazi, es endiosar a tiranos, defender a los asesinos más grandes de la historia y faltarle el respeto a las más de 100 millones de víctimas que se cobró el comunismo.
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